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Ariana Díaz Celma

Cuando La Cuina d’en Garriga bajó la persiana del emblemático local que rozaba Paseo de Gracia en la señorial calle Consell de Cent, resultó inevitable sentir cierta pena. No lo hacía solo, su vecino El Sifó d’En Garriga, que había abierto hacía relativamente pocos años con un aire algo más informal y canalla en el local contiguo, también cerraba sus puertas por motivos ajenos a la voluntad de Helena, fiel comandante de este colmado gourmet. Ni corta ni perezosa, emprendió una búsqueda que culminó en escasos 15 días. El número 58 de la vecina calle Enrique Granados, que en otros tiempos había ocupado la Taberna Mediterránea -otro restaurante que tantos buenos momentos nos ha dado- buscaba nuevo propietario para reabrir sus puertas. Soló hizo falta una mano de pintura roja para imprimir el sello de La Cuina y añadir esos detalles tan propios de la casa, para que esta nueva sede estuviera lista para renacer como hotspot favorito.

Los años y la madurez han llevado a La Cuina d’En Garriga a servir platos en un espacio más pequeño pero con el mismo encanto

Los años y la madurez han llevado a La Cuina d’En Garriga a servir platos en un espacio más pequeño pero con el mismo encanto, y que sigue practicando una fórmula que no puede ser más sencilla: la de hacernos sentir como en casa. Como antaño, el lugar abre cada mañana para servir desayunos al uso, pero también otros más contundentes de tenedor, enraizados a la tradición pero con un toque cosmopolita propio de los tiempos que corren. Especial mención a los huevos de Calaf con patatas asadas, que se pueden acompañar al gusto del comensal con butifarra del perol, sobrasada, jamón ibérico o foie gras. Los que teman por tal inyección calórica, siempre podrán escoger un finísimo bikini con brie trufado con ensalada verde o a dos platos que con acierto se han recuperado de la carta del casual Sifó d’En Garriga: el hummus de guisantes con menta y ensaladilla de escalivada con bonito.

Con los años, la carta ha sabido quedarse con platos imprescindibles de su historia, para contentar la euforia de los habituales del este colmado gourmet. Las recetas son sencillas, aunque a menudo cuentan con un twist que las hace únicas, y que en parte viene dado por un claro guiño a la filosofía from farm to table (o de la terra al plat, como a ellos les gusta decir). El aceite, por ejemplo, llega de Mallafré (Riudoms), el pan de leña del horno de Sant Francesc del Eixample, las verduras ecológicas de la familia de Àngels y Lluís Finas en Molins de Rei, el pescado se los trae Paco de la Lonja de Barcelona y las hierbas y plantas aromáticas las plantan Anna y Jacko en Arbúcies, por poner algunos ejemplos.

Los platos de La Cuina d’En Garriga dan un guiño a la filosofía from farm to table, de la terra al plat, como a ellos les gusta decir

Pero volvamos a esos clásicos imperdibles de los que hablábamos. El steak tartar, por ejemplo, hace tiempo se instauró en nuestro particular top 10 de la ciudad -gana puntos si se pide con un punto picante, que le da especial personalidad- y sus macarrones -Martelli para más señas- gratinados con viejo Comté y tocino ibérico son ya una institución de la Ciudad Condal. Si le añadimos sus tablas de quesos afinados y embutidos, que consiguen rozar la perfección si las acompañamos con uno de los vinos, la carta es una firme candidata a ser na favorita de los paladares gourmet de la ciudad. Además, su versatilidad de la misma hace que sus platos sean apetecibles a cualquier hora del día. Es el caso también de sus anchoas de Santoña 000, la sobrasada de Cal Rovira con miel, los langostinos con mayonesa de cítricos o el brie de meaux trufado de la casa.

El éxito de La Cuina d’en Garriga reside en la mezcla del savoir faire clásico de un bistró con tics propios de la cocina barcelonesa, lo que ha terminado convirtiendo el lugar en un referente de la comida y los productos locales. La atmósfera familiar y un servicio atento, que se preocupa por los gustos del cliente, convierten la visita a La Cuina en una experiencia que muy pronto se querrá repetir. Los 30-40 euros que pagarás por comer o cenar -menos si uno se decide por las tapas, se convierten en la mejor inversión de cualquier foodie que lo valga.

El éxito de La Cuina d’en Garriga reside en la mezcla del savoir faire clásico de un bistró con tics propios de la cocina barcelonesa

Para establecerse como uno de los locales de referencia de Barcelona, Helena Garriga se inspiró en lo que siempre había visto en su propio hogar. Los primeros años de su vida los pasó en una fábrica de sifones, pues su tatarabuelo había descubierto ‘circa’ 1876 dicho brevaje en París, conocido por ser capaz de aliviar las digestiones más pesadas. Pronto Agustí Garriga decidiría fabricarlos por esta latitud y experimentar con el sifón de agua carbonatada hasta caer en la cuenta de que hacía un tándem fantástico con el vermut -del que somos fans confesos-. Son precisamente algunos de los sifones que Helena encontró por casa los que capitanean e inspiran la decoración de La Cuina.

 

 

Detalles




  • Dirección: C/Enrique Granados, 58
  • Horario: L-V 08:30 - 23:00 h ı S 10:00 - 23:00 ı D 10:00 - 17:00
  • Teléfono: +34 93 250 37 00
  • Tipo: Restaurante
  • Web: http://www.lacuinadengarriga.com/