En muchas ocasiones no es necesario darse un baño de multitudes en el centro para tener una velada de lo más atractiva. Aquellos que crean lo contrario están muy equivocados. ¿Acaso son la Puerta del Sol, Malasaña y Plaza de España los límites del divertimento foodie capitalino? Lúbora se apunta el tanto y desmonta el esquema a quien no se atreva a salir del McDonald´s de Gran Vía.

Situado en el norte de Madrid, a un tiro de piedra de la propia Castellana con Nuevos Ministerios, el bistró Lúbora se añade a la lista de los puntos calientes donde ver y ser visto. Un punto de encuentro perfecto tanto si se quiere un plan tranquilo como lo que se pretende es calentar motores para un maratón crápula y nocturno y donde el chef Raúl Harillo hace todo lo que está en su mano para  volver a amar la comida… comiendo.

Su cuidada carta de vinos recorre de norte a sur y de este a oeste la geografía española. Algo que no pueden decir otros restaurantes que también pretenden poner el nivel alto pero que se quedan en el intento

Con una dilatada experiencia en El Chaflán y en Diverxo y sin olvidar, en ningún caso, su formación en el Basque Culinary Center, Harillo propone una cocina tradicional con bandadas modernas y una materia prima que redondea la experiencia.

Un coqueto local cuyo servicio siempre está a la altura de lo que se espera y donde es recomendable reservar si lo que se quiere es ser uno de los privilegiados en degustar el clásico pero cañero buen hacer de Harillo.

Ceviche de gambón con sisho sobre crujiente de gambas; coca de sardina en semisalazón casera con micropisto y aceitunas; burratina con porra de Antequera, salchichón ibérico y pipas de calabaza; desierto de foie, oasis del sur; taquitos de berenjena frita con almogrote gomero; callos a la madrileña picantes; carrilleras de cordero lechal al curry verde; lingote de bacalao frito con arroz cremoso de placton; ensaladilla rusa con ventresca y mojama de atún o raya asada al azafrán y fideos de arroz al pesto de rúcula nos reconcilian con nuestro gusto más aventurero, mientras que su leche con galletas y su choco, choco, chocolate nos hacen volver a esos recuerdos de tierna (y dulce) infancia.

¿Estas salivando? Vas por muy buen camino…