Las inmediaciones del Mercat del Born se han convertido en un auténtico bulevar de restaurantes, con propuestas tan distintas como locales abren. La última, el Bananas, se autodefine como bites & drinks que defiende la facción más kitsch del barrio a base de comida y cócteles para tomar a todas horas. ¿Su secreto? La colisión entre el caribe y las bondades mediterráneas.

Su cocina presenta una carta internacional con un toque oriental, bajo las directrices de la cocina de mercado

Su cocina presenta una carta internacional con un toque oriental bajo las directrices de la cocina de mercado, que tira de ingredientes de temporada, seleccionados y preparados de forma sencilla. Para que te hagas a la idea, podrás encontrar chupa-chups de pollo, wantoons, rollitos de primavera o jamón ibérico de la casa. Existe también una sección dedicada a los platos hechos a base de huevos, en la que podrás encontrar la tortilla de bacalao y setas, la de liliáceos o los potitos cremosos. Tampoco faltan las sopas y ensaladas de aquí, el trópico y del lejano oriente; o las pastas orientales, los rissotos o los míticos canelones. También existe una apetecible propuesta a base de carnes -ojo con el steak tartar o el tataki de pato- y pescados, como el chopsuey de pulpo. Entre los postres encontrarás la imperdible copa Bananas, un arroz con leche de coco y mango o el típico cheescake. Todo a partir de los 25 euros.

La particular decoración del Bananas, que podríamos definir como tropicalista-kitsch aunque con un toque de distinción, viene firmada por Yolanda Vilalta y Helena Jaumá. Todos los detalles dejan entrever mucho sentido del humor, pocos prejuicios y diversión en su versión Acapulco más desenfadada. Su interior está dividido en tres zonas: la primera -que encontramos solo entrar- es una terraza cubierta acristalada que se abre a la calle Fusina, con una gran barra y mesas; la segunda es una sala con una pequeña barra para combinados y un comedor que se sitúa entre palmeras; y la tercera, al fondo, es un comedor-biblioteca caribeña que  se ofrece a los clientes para fiestas particulares y que, a su vez, puede dividirse en tres espacios más íntimos.

Por cierto, si el Bananas te recuerda a una versión pasada de vueltas y kitsch del vecino Café Kafka, no andas desencaminado. Ambos locales comparten propietario, el Karel Schroder, que ha vuelto a confiar en el chef Bernardo Diéguez para dar entidad propia a sus fogones.