Hemos aprendido con el tiempo que las apariencias engañan y lo que en principio puede parecernos un restaurante humilde del que no podremos rascar ni el rebozado de sus calamares (por poner un ejemplo), nos puede sorprender hasta el punto de que lo convirtamos en la parada estrella de nuestros garitos preferido. Algo parecido pasa con Bistronomika.

La pasión por la cocina de contrastes y el regusto nikkei hacen que la cocina de Del Portillo sea toda una fiesta de sabores

Quién le iba a decir al chef Carlos del Portillo que tras Velázquez, 128 iba a volver a encontrar el aplauso enérgico del público más foodie y el menos entendido. Un lugar donde el tamaño no importa porque lo que más interesa es el producto (que ese sí que puede ser todo lo grande o pequeño que quiera). Punto de encuentro de las especialidades marinas menos convencionales (cabrachos, reyes, xargos…), elaboraciones sencillas y producto 100% de temporada.

Un lugar donde tan fresco como es el producto en cocina, lo es sobre la mesa y es que rara es la ocasión en que cualquier preparación no se realiza mientras que el cliente está disfrutando del aperitivo. Gildas de bonito o atún (según la temporada); vieira con tomate y kimchi; caballa, papada y ajo negro; chipirón trufa de verano y berenjena; rubio con crema de guisantes o su pichón de Bresse con brevas y zanahorias o el curry panang de carrillera de vaca rubia, para los que sean más de carne, son solo algunas de las especialidades que te harán saltar las lágrimas y cantarles a los platos antes de que se zambullan en tu boca.

Atención a los postres. Son maravilla en paladar.