En estos momentos en los que la pela es la pela y hay que cuidar el bolsillo, no queremos dejar de marcarnos un viajecito de vez en cuando. De ahí, que Bravissimo se descubra ante nosotros como la mejor opción de hacerlo sin necesidad de pillar maleta y sí todas nuestras ganas de descubrir lugares aún inexplorados.

Porque los que hayan ido ya a Bravissimo, te dirán que este restaurante con esencia italiana e influencias de aquí, de allá y de más allá, es la mejor opción cuando el cuerpo nos pide puente aéreo. Una auténtica expedición gastronómica a golpe de paladeo y al ritmo de una carta que se juega a la fusión el éxito de un Bravissimo que casi siempre está en hora punta.

¿Te hace un viaje, pero tienes poca hucha? Bravissimo sale a nuestro encuentro para hacer de sus platos el mejor transporte a tu destino favorito

Un restaurante con vistas al bello Paseo del Pintor Rosales (planazo, ¿eh?) que, gracias a la gran cabeza para los negocios de Lapo, consigue captar la atención de la mirada más perdida, pues Bravissimo es una declaración de intenciones (viajeras) de principio a fin.

Un local que dividido en pequeños sets, decorados al gusto del país al que homenajean, reconforta y acoge como mejor destino de unos paladares que llegan a Bravissimo para jugar. Un restaurante para el que no se necesita pasaporte y sí una rendición absoluta por la cocina de esas gastrónomas que lo dieron todo en cocina y que, gracias a ella, seguimos alimentándonos por el amor con el que compartieron todas sus recetas.

Así, hacemos la voltereta con opciones como sus zamburiñas a la brasa con aguachile del Mediterráneo, los braviolis de Sophia Loren, sus flores de alcachofa a la llama napada en provoleta, su canelón de cochinita pibil con bechamel de queso feta y jalapeños encurtidos, su meloso negro de chipirones y gambón con alioli de chiligarlic, el secreto ibérico a la parrilla sobre falso risotto de sobrasada o un entrecot de vaca madurada con su puré de de Robuchón, por el que se nos saltan los lágrimas.

Última llamada para hincarle el diente a su tarta de chocolate con avellana tostada y la de quesos italianos, y a disfrutar del paseo de vuelta o de una paradita para ver el templo de Debod y encomendarse a los dioses. Habrá que volver.