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Ariana Díaz Celma

El pasado martes 7 de noviembre Good2b se sumergió en una experiencia fascinante, que casi rozó lo paranormal. Bajo el hashtag #BurnUnexpected, la popular firma de bebidas energéticas invitó a un reducido grupo de 100 personas a descubrir la llama que da imagen a Burn. En esta ocasión se encendió en forma de antorcha en el Alamín, un pueblo abandonado a ocho kilómetros de Villa del Prado, en las afueras de Madrid. Apenas 40 casas se tienen en pie en esta construcción, que se irguió en los años 1950 para que en ella residieran los trabajadores de fincas cercanas, todas ellas presididas por una parroquia que se encuentra al final de la calle principal y donde nos esperaba una fiesta muy particular. Hoy en día es destino habitual de buscadores de psicofonías y fenómenos paranormales.

No obstante, las únicas cacofonías que allí escuchamos poco tenían de fantasmagóricas, sino que más bien sonaron a techno rotundo e imbatible. Y todo en un espacio único, no solo por lo singular de la localización, que se prendía en medio de antorchas y containers llenos de fuego, sino por su decoración. Horas antes, Antonyo Marest había tomado el espacio con sprays cortesía de Montana para maquear el espacio a su antojo. Para customizar la iglesia, el artista urbano se inspiró en el tropicalismo y el flamenco -tal y como lo lees-, en una particular representación del dios Ra del sol. Todo ello metido en una coctelera con estampados al más puro estilo de Miami de los ’80. Un cóctel que dio como resultado un edit muy personal de la parroquia del Alamín.

Un Paco Osuna infalible, Chupa Chups en boca y encapuchado -tal y como nos tiene acostumbrados-, apareció en el altar para dar una sesión maestra de techno

Lo mejor de la noche, pero, aún estaba por llegar. Tras un warm up de Lollino, ganador de la Burn Residency 2016 -competición de Dj’s con el objetivo de descubrir a un talento emergente y poner a sus disposición todas  las herramientas necesarias para convertirle en la nueva estrella de la escena electrónica a nivel mundial-, llegaba el invitado sorpresa. Un Paco Osuna infalible, Chupa Chups en boca y encapuchado -tal y como nos tiene acostumbrados-, apareció en el altar para dar una sesión maestra de techno a los 100 asistentes que allí nos dimos cita. Desde el Fabric de Londres al WOMB de Tokio, pasando por festivales como Sónar, Awakenings, Dockyard ADE, Neopop, BPM, Movement Detroit, Time Warp o Tomorrowland, no existen barreras para la profundidad y oscuridad de la música del barcelonés, siempre con el sello propio de vanguardia que le ha hecho sobrevivir como cabeza visible de la electrónica actual a lo largo de los años.

La noche la cerró Furkan Kurt, ganador de la Burn Residency 2017 y que llenó la iglesia de beats hasta la media noche, momento en el que salió el último bus hacia la capital, para dejar una vez más el Alamín desierto.