Tan importante como el producto en sí, es la puesta en escena. Sin la una, la otra no funciona y es papel principal del chef encargarse de que el combo roce la perfección y deje un buen sabor de boca en el comensal, que es el que luego se encargará de hacer imprescindible un restaurante o no. En Desencaja ambas incógnitas se despejan con soltura y equilibro, dando lugar a la fórmula de un éxito que aún seguimos paladeando.

Una oferta gastronómica expuesta en sus dos únicos menús degustación de 32 y 40 euros o la posibilidad de tomar platos sueltos para aquellos que prefieren no arriesgar

Localizado en la Castellana y a un tiro de piedra de lo que podríamos llamar el backstage de los Nuevos Ministerios, el local del chef Iván Sáez nos encandila desde el primer hervor, el segundo rehogado y el tercer sofrito. Un restaurante donde el interior es más importante que el exterior (pero ambos se cuidan hasta la minuciosidad) con el único interés de dar un ciclo de vida impecable al alimento que el cliente degusta con voracidad.

Un punto de referencia si lo que buscas es esa cocina de mercado donde los platos son actualizados del recetario tradicional y donde la ensalada de perdiz marinada en moscatel, los gnocchi de setas con trufa, la crema de calabaza, piñones y butifarra de pichón, la ostra ligeramente escabechada, los callos a la madrileña, el solomillo de vaca asado o una tartaleta de cacao, queso fresco y dulce de leche que quita verdaderamente el sentido, despiertan nuestros más melancólicos recuerdos gastronómicos.

Un local que además cuida su carta de vinos, ofreciendo caldos internacionales y nacionales y más de una veintena de referencias por copa. Una victoria de Andrés Granda, dedicado en cuerpo y alma a su variada selección y al servicio en sala que deja buen sabor de boca y esas ganas de volver a reservar. ¿A qué esperas?