Albert Raurich, jefe de cocina del ya desaparecido elBulli de Ferran Adrià hasta 2007, inició hace ya tiempo una nueva etapa y abrió en Barcelona, a los pies del moderno hotel Casa Camper, el bar de tapas asiáticas Dos Palillos. Sin duda uno de nuestros favoritos en la ciudad. La idea del restaurante es unir Asia y España, dos culturas distintas que utilizan palillos para comer. Los orientales los usan como como pinzas para comer pequeñas piezas de comida, mientras que en los bares nacionales el palillo es el rey de la tapa. Distintos en su forma pero similares en su uso, simbolizan el itinerario entre el plato y la boca. Dos utensilios puros, básicos, mínimos en su diseño y modernos al mismo tiempo. Una coincidencia pero también una excusa para juntar dos culuras gastronómicas: Asia y España.

La idea del restaurante es unir Asia y España, dos culturas distintas que utilizan palillos para comer

Para comer, puedes escoger desde los clásicos dim sum chinos, las masas al vapor, las témpuras, los sunomonos, los yakitori, los kushiages, hasta los woks elaborados en pequeñas porciones. Para beber, Tamae Imachi (la mitad asiática del del tándem que dirige el restuarante, junto a Raurich), ha realizado una selección de sakes y vinos de la cual una parte muy importante son de agricultura biodinámica y una buena oferta de cervezas. No podía faltar una cosa tan importante como son los tes, la bebida por excelencia de Asia y la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua, con una selección de los tipos de té mas característicos y significativos.

En conjunto, la oferta esta compuesta por una carta de unas 25 tapas y 5 postres para la parte más informal, y de un menú gastronómico en la barra asiática, situada en un interior de aire asiático-posh. La capacidad del restaurante es de 24 personas dentro y unas 22 persona en el bar de inspiración eminentemente cañí. Comer en el Dos Palillos sale a partir de unos 30 euros sin contar la bebida.

Dos Palillos está situado en Casa Camper, en la calle Elisabets. El restaurante tiene una escenografía intencionadamente provocadora que incluso puede crear cierta confusión. Está dividido en dos espacios muy diferenciados y contrapuestos: un vulgar bar que podríamos encontrar en cualquier esquina de la ciudad a través del cual se accede a una refinada barra asiática, donde se puede comer sentado, delante (casi dentro) de la cocina y servido por los propios cocineros.