El final del verano llegó y Aperol Spritz lo despidió
Es una pena, una verdadera tristeza. La temporada estival echa el cierre y con él toda una suerte de aventuras y recuerdos que ya dejamos al final de nuestro petate. Los días empiezan a menguar y el fresquibiri comienza a atizarnos sin piedad, recordándonos que el tiempo de despendole ha acabado y llega la vuelta a la normalidad más espartana. Pero como las normas están para saltárselas y a mí lo que me pone es ir contracorriente, me engancho a la tribu Aperol Spritz y me marco un día de playa (vaya, vaya) en Madrid, para que la despedida sea más refrescante y las penas se me diluyan a la segunda copa.
El pasado fin de semana gran multitud de fieles fuimos convocados a lo que sería la última fiesta del verano. Un guateque celebrado en el Hipódromo de la Zarzuela que durante nada más y nada menos que 6 horas se transformaba en playa, rivalizando así con los destinos de costa más deseados.
Desde el mediodía y hasta media tarde, la bebida para el aperitivo más icónico de Italia, el Aperol Spritz (Spritz para los amigos), se convertía en el líquido que aplacaba nuestra sed (hizo un día impresionante) en bucle y totalmente sin medida. Oro rojo bebido en copa (a base de Aperol, cava y soda) que degustamos sin parar en una fiesta que, sin duda, ha marcado un antes y un después.
Más de 500 personas (entre bloggers, youtubers, periodistas y currantes con mucho rollo) no quisieron perderse la beach party entre palmeras, balinesas y arena a granel
Un fiestón de esos que te dejan mono en el que no solo bebimos rico Spritz sino que lo acompañamos con raciones de paella, burguers (al gusto del niño y de la niña), pescaito frito y gazpacho con tropezones de jamón. Gasolina para seguir prendiendo mecha al ritmo rockabilly de los Quartet Tarantino y también disfrutar de las gafas Óculus con las que conseguimos que por vez primera el mar inundara Madrid.
Arena, sol, bebercio y una muy buena juerga que desmontan aquel mito de que en Madrid no hay playa y que nos enchufó una buena dosis de ‘buenrollismo’ para enfrentarnos a estos primeros y perezosos días de otoño, entre los que seguramente encontremos momento para volver a tener la excusa de brindar con un buen aperitivo rojo.