Hubo un tiempo en que los señores paseaban por las calles que rodean la Boqueria porque allí sucedía la vida. La Barcelona de principios de siglo era así: vital, elegante, con alma de barrio y vocación cosmopolita. En esa misma trama histórica, entre callejuelas que aún conservan ese pulso antiguo, abre sus puertas Finorri, un restaurante que rinde homenaje a esa ciudad que sabía vivir y saborear, sin prisa y con entusiasmo.

Finorri no es solo un restaurante, sino una actitud vital. Una forma de entender la elegancia sin rigidez, el desenfreno con medida y el placer sin culpa. Un lugar para quienes disfrutan sentándose a la mesa con tiempo, conversación y buenos vinos. El nombre hace referencia precisamente a estos modales de principio de siglo, que colisionan directamente con el jolgorio y el ‘gamberreo’ de las calles que habita. Finorri es alegría contagiosa, hedonismo gastronómico y amor por las sobremesas largas y felices.
Un lugar para quienes disfrutan sentándose a la mesa con tiempo, conversación y buenos vinos
Ubicado en los bajos del recién renovado Hotel Condal, a pocos pasos de la Boqueria, Finorri se presenta como la antesala de la profunda transformación de este histórico hotel familiar —en proceso de convertirse en un precioso hotel boutique de 4 estrellas— y como el nuevo refugio gastronómico del barrio. Un lugar que nos recuerda qué ha sido el barrio Gótico y qué debería seguir siendo para aquellos que aún amamos y creemos en la ciudad.

La propuesta nace del trabajo conjunto de tres chefs con trayectorias sólidas y conexiones profundas con la alta restauración barcelonesa: Josep Nicolau, Albert Soteras y Marc Vitega. Desde una cocina vista, abrazada por una espléndida barra perimetral que invita a comer de cara al fuego y a la conversación, se despliega una carta de territorio y de memoria.
Desde una cocina vista, abrazada por una espléndida barra perimetral que invita a comer de cara al fuego y a la conversación, se despliega una carta de territorio y de memoria
Aquí se reflexiona sobre qué es tradición hoy, y se bucea en recetas que definen un lugar, con respeto y reinterpretación. Como la brocheta de pollo de corral con gambas, homenaje al clásico mar y montaña; o la de magret de pato con brioche, pura golosonería. En los entrantes conviven lo clásico (ensaladilla, croquetas) con propuestas tan sabrosas como la brandada de bacalao gratinada con tomate verde, olivada y naranja. La carta avanza con pescados de lonja y carnes a la brasa, sin olvidar los guisos que abrazan: como los calamares rellenos de berenjena, setas y botifarra del perol, o la merluza de palangre con garum casero. Siempre hay sorpresas fuera de carta, según mercado y temporada: como unas zamburiñas al pil-pil verde o unos boletus con panceta ibérica Maldonado y huevo curado.

Detrás de Finorri están Santiago y Carolina Rama, segunda generación al frente del Hotel Condal, que su familia gestiona desde los años 80. Santiago lo dice claro: “Amo este barrio. Me gustaría que Finorri sea una luciérnaga de luz y esperanza, una casa donde olvidar el trasiego y que el desplazamiento valga la pena”.
En un barrio castigado por la gentrificación pero lleno de historia, Finorri quiere recuperar la alegría de vivir, la conversación pausada y el valor de comer bien como acto de cuidado y celebración. Una casa acogedora donde cada detalle —desde los cócteles de autor hasta el último guiso— se piensa con cariño.