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Arrancar todos los símbolos visibles de nuestro entorno, para reencontrarnos con lo pagano y crear un estadio nuevo. Lo que se siempre estuvo allí y quedó arraigado a la tierra, lo natural, vuelve ahora en forma de utopía de lo absurdo, buscando en las formas inconexas e incontrolables por naturaleza de los tejidos tradicionales, ese nexo de unión. No es un cuento popular. Estamos dentro del universo de la diseñadora valenciana Pepa Salazar, allí en lo más profundo y primitivo de sus raíces, desentramando su particular visión del FW18-19, en la que vuelve a jugar con lo transversal magistralmente.

Las prendas revelan un especial y absurdo acento en lo étnico, que al final se vuelve clave y eje de la colección

En su colección busca el primitivismo, la dureza y la tosquedad de las formas, reivindicando más si cabe la memoria local y sus materias primas. Piezas voluminosas que disfrazan la identidad y protegen de las inclemencias de la intemperie. Las prendas revelan un especial y absurdo acento en lo étnico, que al final se vuelve clave y eje de la colección, al ser muestras de una etnia utópica, inventada, y con una idiosincrasia peculiar que nos hace conectar con nuestros ancestros, con el campo, y aquella vida rústica, nómada. Tejidos como las lanas de merino y mohair resaltan el brutalismo, el cual a su vez, entra en contraposición con piezas más contemporáneas y propias del estilo urbano como americanas convertidas en vestidos, faldas o tops. Pepa Salazar consigue crear así un diálogo de lo absurdo y exótico, y por momentos kitsch.

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Fotografía: Javier Castán
Estilismo: Alicia Padrón