Trabajar en El Bulli, check. Cocinar para Roberto Cavalli, check. Preparar cuidadosamente la dieta a Naomi Cambell, check. Servir a Uma Thurman tus recetas, check. Cuando, como le ha sucedido a Alfonso de la Mota, uno tiene la ‘to do list’ a rebosar de iconos verdes con experiencias vitales vividas, siempre le toca al turno a los proyectos más personales. Así es como, después de experimentar en los fogones de la mejor cocina del mundo y haber preparado platos alguna que otra celebrity, Alfonso decidió abrir su propio restaurante. Su personalidad arrolladora, pero, no dejaría que se tratara de un local al uso. Se alió a Antonio Iglesias, escaparatista de lugares tan míticos como Vinçon y Gratacós, quien le acompañaría en la cruzada. Algo más de tres años después siguen sirviendo menús a medida en un espacio singular, en el que las palanganas hacen de taburetes y donde los muebles antiguos se entremezclan con todo tipo de artilugios para crear una atmósfera muy especial. 

Tras trabajar en El Bulli y servir a celebrities como Naomi Campbell o Uma Thurman, Alfonso de la Mota se alió con el escaparatista Antonio Iglesias para abrir el singular Never More

El procedimiento es simple. Uno llama y hace la reserva -de 2 a 55 personas, aquí todo vale- y le comenta a Alfonso cuándo quiere ir y cuánto quiere gastarse. ¿35¿ ¿70? Hay menús para todos los bolsillos, que incluyen tres platos, postre y todo el vino y cerveza que uno quiera. Los cócteles y la copas van aparte, por algo la entrada del Never More también presume de coctelería. Si alguno de los invitados tiene alguna intolerancia o sigue una dieta específica -vegana, vegetariana o simplemente si no soporta el pimiento- sólo deberá comunicarlo. Alfonso se hará cargo de todo para que la velada sea perfecta. La experiencia del chef augura éxito asegurado en la mesa, y además en un ambiente inigualable. Podríamos decir que comer o cenar en el Never More es como ir a la casa de ese amigo bohemio al que no le importa alargar hasta las tantas porque le encanta tener gente en casa.

Como hemos dicho, el menú es sorpresa, o casi. Alfonso va al mercado a diario y compra según las necesidades de los huéspedes que vaya a tener ese día. Una cosa está clara, siempre habrá un entrante -que en nuestro caso fue un risotto de calamares y ceps-, un pescado, una carne y un postre, que cocinará delante de los comensales. La cocina está situada en medio del comedor, lo cual convierte el ajetreo a los fogones en un auténtico espectáculo para los comensales, que ven cómo se prepara la comida o la cena.

Cuando la cocina apaga el fuego, Never More sigue sirviendo cócteles hasta que Alfonso decide bajar la persiana de este particular hogar que se convierte en visita obligada para los curiosos gastrónomos de la ciudad.