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Ariana Díaz Celma

El escenario del emblemático Palau de la Música ya no es el único espacio del tan carismático edificio donde suenan melodías celestiales. Los paladares más exigentes también cantan agradecidos tras su paso por el Pizzicato, el restaurante que ahora alberga tan insigne immueble. El nombre le va que ni pintado: en el argot musical, un pizzicato es una técnica en la que algunos instrumentos musicales de cuerda, tocados habitualmente con un arco, se hacen sonar pinzando las mismas con los dedos. El pizzicato pues, es un recurso habitual en géneros tan internacionales como el jazz, pero también en otros tan nuestros como las sardanas.

Este restaurante gastronómico se sitúa en la ampliación de la terraza que llevó a cabo Òscar Tusquets, que ha convertido esta extensión del Palau de la Música en un amplio y precioso oasis en medio del ajetreado Born. La música que sale de los fogones de Pizzicato la componen la argentina Luciana Russo -que ha estado en restaurantes como Martin Berasategui, Culler de Pau, Rilke, Gresca y Informal de The Serras, entre otros- y Eduardo Hernández, que da la tono local a esta fantástica sintonía de sabores.

Como el edificio que ocupa, la cocina que se factura en los fogones de Pizzicato es elevada y muy fina, aunque aterrizada a un barrio con historia y mucho trajín. Los platos tiran de producto local, y se mezcla como géneros dispares que se fusionan en sabores nuevos, sabrosos y sorprendentes, pero para nada estridentes. Es el caso de de la sorprendente torrija salada con caldo de compte, carrillera guisada y setas ahumadas; la almeja guisada, espuma de salsa bernesa y cerdo crujiente -un plato que realmente te vuela la cabeza por su exquisitez-; la col lombarda a la brasa, mandarina, alioli de membrillo, granada y queso curado de oveja; el poco habitual y siempre bienvenido tuétano con anguila ahumada, salsa teriyaki cítrica, ensalada de cebolla morada, perejil y alcaparras con tostas; o las puntalette cremoso con calabaza asada y calamar a la brasa, una pasta pequeña elaborada con sémola de trigo que habitualmente se cocina en caldo y que aquí se ejecuta con una técnica asombrosa y un sabor único.

La cocina que se factura en los fogones de Pizzicato es elevada y muy fina, aunque aterrizada a un barrio con historia y mucho trajín

La carta culmina con postres que mantienen el nivel en cocina y, lo más importante, que sigue con un servicio coherente y atento. El rollito de de manzana en dos texturas y helado casero de arroz con leche, o la revisión que Luciana hace de la chocotorta, un dulce tan típico de su Argentina natal.

Este compendio de arpegios y acordes culmina con una extensa carta de vinos solo apta para wine lovers de toda índole. En Pizzicato se puede descorchar un buen vino natural del color que uno guste (blanco, tinto y orange), u otros más clásicos para los que busquen el confort de la tradición. Aunque se promueve el Km 0, la carta también cuenta con muchas referencias francesas, muchas poco habituales en esta latitud.

Es necesario saber que de viernes a domingo también se puede disfrutar de las recetas de Pizzicato por 25€. Sentarse a cenar y descorchar un buen vino el resto de días costará a partir de 45€, un precio más que justo si tenemos en cuenta el nivel de la cocina y lo disfrutón de saborearla en un lugar tan especial.

Detalles




  • Dirección: C/ Palau de la Música, 6
  • Horario: L Cerrado ı M-J 18:00-01:00 ı V-D 13:00-16:00 18:00-01:00
  • Teléfono: (+34) 933 105 623
  • Tipo: Restaurant
  • Web: https://www.pizzicato.barcelona/es/