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Empezamos la semana con el sabor amargo que nos dejó la anterior y aprovechamos para reivindicar la figura de Ana Mendieta; artista polifacética pero sobre todo mujer mayúscula en un mundo heteropatriarcal. Mendieta desapareció de la faz de la tierra en 1985 cayendo desde un piso 33 la mañana del 8 de septiembre en Manhattan a los treinta y cinco años, y digo cayendo pues el incidente nunca acabó de esclarecerse del todo ya que el suceso tuvo lugar tras discusión con su pareja, el también artista Carl Andre que inicialmente fue declarado culpable de asesinato, para ser puesto en libertad poco después por falta de pruebas.

Performance,  conceptualismo, body art,  instalación y land art, siempre desde una óptica feminista

Mendieta fue enviada junto a su hermana a Iowa, huyendo del régimen cubano tras el encarcelamiento de su padre en los años 60. Allí encontró refugio en el arte y una de las temáticas recurrentes a lo largo de toda su obra, su viaje personal como refugiada cubana en busca de una vida mejor a Estados Unidos, las fronteras y los bordes literales y metafóricos, para abordar el sentimiento de desplazamiento que cargó toda su vida.

A lo largo de su corta carrera, sintetizó los movimientos artísticos de la década: performance, conceptualismo, body art, instalación y land art, siempre desde una óptica feminista, abordando el estado represivo de ser mujer en la década de 1970, la violencia doméstica y la degradación masculina del cuerpo femenino.

En 1973, produjo «Sin título (Escena de violación)» después de que una alumna, Sarah Ann Ottens, fuera brutalmente violada en el campus. Para mostrar solidaridad con Ottens y concienciar sobre la perversidad de la violación, Mendieta se ató a una mesa, con los pantalones debajo de los tobillos y la sangre corriendo por sus piernas, e invitó a una audiencia a presenciar la performance.

En ese mismo año también, Mendieta comenzó a producir lo que se convertiría en una de sus obras más conocidas, Silueta (1973-1980): donde moldeó su cuerpo en diferentes terrenos en Iowa y México para enfatizar el enlace entre la madre naturaleza y la forma humana. Dentro de cada una de sus Siluetas encontramos capas y capas de estrato que hablan sobre la igualdad entre los humanos, los ciclos inevitables entre la vida y la muerte, y la afirmación de la madre tierra como una fuerza femenina omnipresente.

«Mi arte se basa en la creencia de una sola energía universal que atraviesa todo, desde insectos a hombres, de hombre a espectro, de espectro a planta, de planta a galaxia. Mis obras son las venas de irrigación de este fluido universal … Mi arte surge de la ira y el desplazamiento «.

Sus planteamientos siguen haciendo mucha falta hoy en día, todavía hay que despertar conciencias, exigir igualdad y denunciar abusos, por eso reivindicamos a Ana Mendieta no solo hoy, sino todos los días.