Si algo urge en nuestra sociedad contemporánea es olvidarnos durante un par de horas del universo digital y retomar el contacto humano. Y esa, además de algunos de los mejores cócteles del barrio barcelonés de Gràcia, es precisamente la esencia de Stampi: la calidad humana. F: Todas las imágenes por Raquel Bueno

Francesco y Carlo, fundadores y propietarios del local, son dos hermanos gemelos italianos a quien no les falta ni pizca de carisma. Y eso, junto a una técnica y un producto espectacular, conforma una propuesta infalible. Abrieron la coctelería por diversión, en 2015; anteriormente Francesco trabajó como brand ambassador en Campari (aunque estudió contabilidad) y Carlo como director de una de las tiendas de Phillip Lim en Rusia. 

Preséntate allí y pideles que te sorprendan, a ellos les divierte hacer cócteles a medida y son verdaderos genios de la improvisación

El nombre surgió de forma curiosa. Cada lunes salían con sus amigos al Nasty Mondays de Apolo y empezaron a llamarlo Stampi Mondays. Stampi empezó a convertirse en una actitud. Al final, cuando decidieron abrir juntos el local –que antes, dato curioso, era un restaurante libanés–, y empezaron a darle vueltas al nombre, se dieron cuenta de que no podía ser otro: debía llamarse Stampi.

A Francesco, uno de sus compañeros de trabajo de sus días en el Marriott le transmitió su pasión por la hostelería. Le decía: “Cuando limpies una botella, no solo limpies, fíjate en su etiqueta”. Y así aprendió y acabó enamorándose irremediablemente de este arte (que sí, es un arte en toda regla). Decidió mudarse a Barcelona seis meses, antes de irse a vivir a Londres, aunque –como suele pasar– sucumbió a los encantos de la ciudad y nunca llegó a dejarla atrás. Ahora, junto a su hermano Carlo, ha cumplido un sueño: el Stampi. 

La carta cambia constantemente para seguir estimulandolos a ellos y a los clientes, y cuenta con todos los clásicos de la profesión además de algunas de sus muy impresionantes creaciones. ¿Mi recomendación? Preséntate allí y pideles que te sorprendan, a ellos les divierte hacer cócteles a medida y son verdaderos genios de la improvisación. Y pocos cócteles más decadentes probarás en tu vida como El Curandero, el cóctel que preparan con mezcal y cacao puro: un elixir en un cuenco de cáscara de coco que, créeme, constituye toda una experiencia espiritual. 

Su Spritz es un afterwork perfecto para los que tanto extrañamos el clásico aperitivo italiano. El Waimea Bay –con ron blanco, Sailor Jerry Spiced Rum, zumo de guayaba, lima y pomelo rosa falernum– una apuesta segura (para acabarse hasta la última gota). Y su Hydra –mi personal favorite– un tónico refrescante a base de ron añejo, kombucha, zumo de lima, piña, sirope de cassia casero y angostura. Y lo dejo aquí, que está empezando a entrarme la sed y esto, en verano, es un no parar. 

Su Spritz es un afterwork perfecto para los que tanto extrañamos el clásico aperitivo italiano

La presentación es tan estimulante como el extraordinario sabor de los cócteles, y mejora junto a sus olivas verdes sicilianas –lo admito, son una debilidad personal– y sus nachos con guacamole que te traerán para picar. Aunque si tienes hambre de verdad –que, con tanto beber, la tendrás– déjate de rodeos y apuesta por sus bruschettas. Simples, pero buenísimas, y hechas al cien por cien con ingredientes de calidad. 

Aunque los hermanos no querían abrir un bar italiano, Francesco explica que siendo de Italia fue inevitable. “Dos hermanos, gemelos, italianos. La gente te etiqueta”. Y me alegra que fuera así, porque Gràcia pedía a gritos un sitio como éste. Un refugio urbano donde las cosas se hagan sin prisa y con cariño, donde cada cóctel cuente una historia y te sientas siempre entre amigos y como en casa. Te irás con ganas de darles un abrazo, te lo aseguro.