De cocina japo nunca tenemos suficiente. Da igual lo mucho que comamos sushi, no importa la cantidad de ramen que sorbamos o la cantidad de gyozas que hayas conseguido zamparte en media hora, lo importante es que para la gastronomía japonesa (en toda su magnánima y tradicional extensión) siempre hay hueco, siempre hay ganas. Y lo digo pensando en Umiko, ese restaurante que me tiene robada la cordura. ¿Por qué? Pues deberías seguir leyendo.

Muchos pueden estar en el podio de los restaurantes orientales de Madrid pero Umiko es, sin duda, el más divertido, el más truhán, la opción más curiosa e interesante

A un tiro de piedra del metro Sevilla y persiguiendo ese olorcillo tan característico que tienen los japos de bien, llegamos a este restaurante regentado por dos chefs de largo recorrido y mejor talento. El proyecto más personal de Juan Alcaide Gálvez y Pablo Álvaro Marcos (los dos estuvieron trabajando en Kabuki) en el que estilo japonés más de toda la vida es capaz de fusionarse con el fervor canalla más castizo. Una experiencia que sabe a oriental en cualquiera de sus propuestas y que nos lo ponen muy difícil a la hora de tener que decantarnos por unos platos frente a otros. Imposible.

Un nombre de sirena salido de un cuento de la mitología del país nipón que da nombre a este restaurante que no se amedrenta ante el reto de combinar, permitir una clara simbiosis de la cocina española y la del país que inventó el manga en un salón sin aires de grandeza, que entra por los ojos y con una pequeña barra.

Un Umiko donde nos perdemos entre sus edamames con mojo japo; ostra en tempura con gazpacho de chile y hierbabuena; nigiri a la bilbaína, de arroz a la cubana, paella o cordobés; karubi al aroma de hibiki, boloñesa de atún, porra Guo Rong, usuzukuri izakaya, mejillones takara ume, skeletor, usuzukuri de vieira, cangrejo de río a la madrileña con tomate y yema y para terminar unos mochis bien caseros o una panacota asiática con leche de soja de galanga que… ¡uf! ni el mejor de los orgasmos.

Golpes de efecto que ahondan en el sabor por el sabor, en la rotundidad de cada bocado, en una sutileza que escapa a cualquier palabra de más que se pueda decir porque lo que se debe hacer es tener la boca ocupada en Umiko y no con palabras. ¿Me entiendes?