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Ariana Díaz Celma

¿Pasta o ‘esqueixada’ de bacalao? ¿Risotto o una tapa de jamón de bellota cortado a mano? ¿Vino espumoso o un tempranillo de la tierra? Si estas son algunas de las contradicciones con las que odias luchar a la hora de escoger restaurante, tenemos nuevo hotspot favorito para ti, se llama Barcelona-Milano y se presenta como un viaje gastronómico a medio camino entre las bondades de la capital catalana y la tierra del Lambrusco y las trattorias della mamma.

Este nuevo restaurante ofrece una carta a modo de crossover entre Barcelona y Milano, las dos capitales que le dan nombre

Este nuevo restaurante del Grupo Olivé ofrece una carta a modo de crossover entre Barcelona y Milano, las dos capitales que le dan nombre. El menú se despliega como las dos caras de un vinilo que se cocina en fogones a la vista del público. El lugar es grande y podría caer en el error de parecer impersonal, pero los distintos espacios decorados con mucha luz y tonos claros, consiguen dar cierto carácter a una sala de infinitos metros cuadrados. En el Barcelona-Milano encontramos una entrada apetitosa, un espacio con mesas altas y una barra y, por último, un espacio más tradicional con mesas bajas, donde quizás se podría rebajar un poco la luminosidad.

Como ya hemos dicho, en la carta podemos encontrar fusión de comida catalana e italiana, con precios razonables que se adecuan a la calidad de lo que se sirve. La carta incluye platos catalanes, italianos y catalano-italianos, como la parmigiana con butifarra, las sepias con polenta o los rigatoni con chistorra. Los platos calientes, como su variedad de risottos, superan a la sección de fríos, y son además mucho más gustosos. Los indecisos podrán escoger sus menús Barcelona (38,90 euros), Milano (34,90 euros), Barcelona-Milano (37,75 euros) o el de tapas por 35,60. Todo acompañado por hasta 400 referencias de vino de todo el mundo.

Barcelona-Milano se presenta como una apuesta agradable si estás por el barrio y el cuerpo te pide que no te arriesgues con fusiones imposibles. La catalano-italiana no sorprende, pero es infalible.

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