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Alex Prager es una fotógrafa capaz de llamar la atención del espectador creando sets en los que lo real y lo escenificado se funden provocando el flechazo con la primera mirada. No es una fotógrafa consciente, sino que la fotografía fue un camino que tomó después, no fue natural para ella, sino una salida creativa que tomó como una decisión desafiante.

Su objetivo es sacudir a sus espectadores, conseguir que se vayan con algo que no estaba allí cuando entraron

Alex trabajaba de recepcionista, en una tienda de ropa y repartiendo flyers los fines de semana para ganar un dinero extra, pero se dio cuenta de que hiciese lo que hiciese siempre ganaba lo mismo, perdiendo poco a poco la motivación lo cual se convirtió en algo frustrante hasta que se dio cuenta de que toda esa energía podía canalizarla en algún campo creativo. Entonces buscó su actividad en solitario en todos los campos culturales: museos, música y fue en una exposición de William Eggleston donde sintió una reacción emocional despertándose su curiosidad por la fotografía. Se compró una cámara de segunda mano y empezó a reunir todo el material sobre fotografía que pudo conseguir.

Sus primeros pasos fueron hacia la fotografía callejera, se obsesiona con Diane Arbus, Henri Cartier-Bresson y Weegee, y luego toma retratos mientras estudiaba las obras de Martin Parr y Bruce Gilden. Organizó shows de guerrilla en una lavandería solo para observar cómo actuaban las personas, buscando una reacción similar a la que tuvo con Eggleston. Hubo muchas pruebas y errores, leyendo un montón de libros, una tonelada de libros, estudiando cineastas y trayectorias de otras personas; mezclándolo todo.

Después en 2007 le siguió su trabajo Polyester y The Big Valley, Week-End y The Weekend en las que las imágenes que se escenifican rememoran épocas anteriores en las que las influencias fueron creciendo, las personas que protagonizaban sus sets se fueron multiplicando y también la tensión y la dramatización de las imágenes. Su nombre empezó a sonar con fuerza con su debut por primera vez en una galería con Face in the Crowd, donde además de exponer ella sola empezó a incluir en sus prácticas el cine.

Silver Lake Drive, es de sus últimos trabajos, una muestra y un libro que llegan diez años después de Polyester en 2007. Ella describe como surrealista el hecho de conseguir una retrospectiva en mitad de su carera pero se muestra muy agradecida. Su objetivo es sacudir a sus espectadores, conseguir que piensen de un modo distinto, que su trabajo les haga conectar con alguna emoción, que les recuerden algo que tenían que hacer, o a una persona concreta… que se vayan con algo que no estaba allí cuando entraron.

Puedes seguir todos sus trabajos aquí.