No será la primera vez que os diga que la experiencia, en cuestiones gastronómicas, no siempre es un grado. Y lo digo con conocimiento de causa, pues son muchos los restaurantes con larga presencia culinaria que no saben adaptarse ni a los nuevos tiempos ni a la demanda del comensal. No ocurre eso en Portonovo, que no solo lleva más de cinco décadas entre nosotros sino que, además, ha sabido sacar rédito de su emblemática presencia sin resultar una opción carca o pasada de moda. F: Cortesía de Portonovo

A los más canosos de la sala seguramente les suene Portonovo por ser uno de los restaurantes, a las afueras de Madrid (Aravaca), donde la cocina gallega encuentra su sede indiscutible. Un lugar al que peregrinar si lo que quieres es comer buenas carnes, increíbles pescados y un marisco a la altura de la excelencia que se espera de un negocio con tanto recorrido.

Galicia tiene en Madrid un buque insignia gastro sin igual. Todo gracias a Pepe Limeres y su esposa Ludy, que han sabido enganchar con Portonovo el paladar de cada generación desde hace más de 50 años

Una gran familia que te hace sentir como en casa y que sabe cómo fidelizar con el cliente más imberbe pero deseoso de probar su exquisita propuesta, que es más necesaria si te jactas de tener un buen paladar. Un local donde el producto lo es todo y donde los sentimientos que despiertan cada uno de sus platos son el secreto del éxito de este negocio fundado en el 68 por Pepe Limeres y su esposa Ludy.

Sabores que no pierden ni un ápice del carácter de aquellos que ya alegraban el paladar de nuestros abuelos y que, después de tantos años, ya se han convertido en especialidades de la casa. De ahí que no queramos resistirnos a hincarle el diente a su empanada gallega de bonito del norte, pimientos rojos asados con láminas de bacalao o ventresca, salpicón de marisco, zamburiñas a la plancha, mejillones al vapor, tortilla paisana, caldo gallego, croquetas cremosas de carabineros, pulpo a feira, lomo de bacalao confitado con pisto, lubina al carbón, lacón con grelos o a su solomillo de vaca, sencillamente imponente. ¿Seguimos? No te levantes sin llevarte contigo el regustillo que deja la tarta de Santiago con helado de vainilla, las filloas con crema o nata o el surtido de quesos gallegos con membrillo. Llorarás de alegría y querrás volver.