Si hay algo que nos gusta en Madrid es homenajear a los clásicos, de ahí que no perdamos ni un solo segundo en probar lo bueno y bien rico de Alto Bardero, la continuación del Bardero de Arganzuela.

Comer es un placer, fijo que lo diría hasta Sara Montiel ente tanto fumeteo, y hacerlo en Alto Bardero… aún más. Un restaurante de esos en los que disfrutar es toda una obligación y que mantiene un buen equilibrio entre calidad y precio.

Porque si algo que han tenido en cuenta León Bonasso y Pablo Paternostro es seguir cuidando a la clientela de siempre, como hacen en el Bardero de Arganzuela, y ofrecerles aún mucho más, gracias a esa unión entre comida frugal y comida a la tranquila, que se distingue tan bien en los dos ambientes que conforman Alto Bardero.

Un restaurante tan pintón como atractivo para el paladar que sus chefs y propietarios donde propuestas ya clásicas coinciden con otras más modernas y ninguna está de más.

León Bonasso y Pablo Paternostro abren en La Latina su verdadera carta de amor a Madrid a través de unos platos clásicos, pero absolutamente atemporales

Pura cocina mediterránea sin más aderezo extra que alguna que otra influencia de aquí de allá (la importancia de siempre estar a la última es todo un acierto), que sabe espectacular y que pone especialmente interés en que el producto sea capaz de hablar al comensal por sí solo. Por tanto, nada de filtros innecesarios y sí muchas ganas de dejar que el talento lo inunde todo y devolverle al barrio el cariño que Bonasso y Paternostro recibieron en su momento.

Así, nos lo gozamos con platazos como su jugosa tortilla de patatas, el brioche de huevo trufado con crema de boletus y butifarra blanca, el salmón ahumado con salsa kabayaki y setas enoki en tempura y mayonesa eneldo, el canelón de confit de pato y queso scamorza, las croquetas de jamón, su taco de anguila, el katsu sando de lomo ibérico de bellota, su camarón de Huelva con huevos rotos, el secreto ibérico de bellota 100% confitado con parmentier de manzana y reducción de umeboshi o un pulpo kimuchi con gnocchi de patata asada que te deja al borde del delirio. Nada más y nada menos. ¡Larga vida a los clásicos!