Mi madre, en más de una ocasión, me ha dicho que uno de los recuerdos que más golpean su corazón es aquel sabor a leche fresca, pasteurizada en casa, que desde su infancia no ha vuelto a saborear. Es una absoluta realidad que ya no sabe de la misma manera que hace años. ¿No os habéis dado cuenta? Da igual la marca que compremos habitualmente, la de hoy en día es insípida y ha perdido aquellos matices que la hacían rica al paladar.

Un sabor que, gracias a la lechería Cántaro Blanco, vuelve a nuestra vida con el mejor formato, que también es el más vintage. Un local al que ya creíamos haberle perdido la pista y que, de la mano de Adrián Jato y Nacho Navarro, recupera este tipo de establecimiento de sobra conocido por nuestros padres y abuelos y que nunca debió desaparecer.

La granja Los Combos de Móstoles es la encargada de suministrar de leche a la primera, en mucho tiempo, lechería de Malasaña

A los stands de leche uperizada de cualquier supermercado les ha salido un duro competidor, y es que a un precio totalmente asequible (1,10 € el litro) y con una serie de variantes (entera, desnatada, semidesnatada, origen vegetal o sin lactosa), la leche de Cántaro Blanco es sin duda el trago blanco que necesitabas. Materia prima que inspira su también apuesta por los batidos caseros, yogures El Pastoret, kéfires de vaca o cabra El Cántaro de Letur o sus ricos quesos La Cabezuela, dispuestos para convertirse en el mejor y más curioso regalo, tu debilidad más absoluta.

Un lugar al que poder ir con tu recipiente de leche (también te lo dan allí) y traernos litros y litros de oro blanco, pese a las voces actuales que demonizan su ingesta y que esconden otro tipo de intereses, para disfrutar de aquel gusto a tradición, sabor de toda la vida que apoya al productor pequeño y a la leche con más sabor a vaca que mi madre, cuando conozca, agradecerá.