Ronit Stern y Rafa Campos han llevado un paso más allá su pasión por la gastronomía. Tras colgarse más de una medalla por las bondades que salen de los hornos de sus panaderías Crustó, decidieron montar su propio restaurante Toto Restaurante & Wine Bar, un local que lleva la firma del inconfundible Lázaro Rosa Violán (Casa Paloma, Big Fish, Chez Coco…) en la decoración. Una cocina de inspiración italiana y mediterránea con toques de autor que cambia sus platos dependiendo del día y la temporada, así como los productos de la misma, que son de la parroquia del Km 0. En el corazón de Toto, su cocina abierta a la sala, encontramos al chef Giacomo Massagli que apuesta por una elaboración a la vista en un restaurante que se coloca a la delantera del movimiento slowfood. De entrada, los antecedentes pintan bien, veamos ahora qué nos ofrece su carta.

Toto reinventa el recetario tradicional aportando un toque fresco, innovador y muy personal a cada plato

La cocina de Toto cuenta con dos fieles aliados: la parrilla y el horno de leña. Casi todos sus platos se preparan, pues, a la manera tradicional. Aunque ya hemos dicho que los platos varían a menudo, la carta siempre está dividida en apartados fijos: Las Pizzetas, Pasta & Risotto, platos para el Aperitivo, Para Empezar y Compartir, Del Horno y la Leña y De la Parrilla. Así pues, puedes dar el pistoletazo de salida al manjar con unas aceitunas calientes o sus almendras con hinojo y chili, para seguir con la pizzeta de tomate fresco y mozzarella di bufala o la burrata con calabaza ecológica del Prat y almendras tostadas, un auténtico delirio que te va a dejar con ganas de seguir probando. Por su lado, las pastas pueden sonar tan bien como los anioloti de calabaza hechos en casa con salsa de nueces, jamón serrano y nueces, siempre al dente y cocinadas en su justa medida. En materia de carnes, es recomendable probar su rabo de toro con polenta, un plato que había quedado un tanto anticuado y que vuelve con fuerza a las cocinas contemporáneas; así como el pato caramelizado con puré de apio rabo, espinaca y uvas. Massagli reinventa el recetario tradicional aportando un toque fresco, innovador y muy personal a cada plato. Mención especial merecen el mimo y la dedicación del servicio de Toto, liderado por su jefe de sala, Marcela, que hará que todos los comensales se sientan como en casa.

El toque final lo pone una carta con clara debilidad por las tartas, que presiden la sala desde un mostrador de aire nostálgico que a muchos les transportará directos a su infancia. Algunos de los nombres ganadores son el Némesis, un pastel de chocolate sin harina y con un punto de crème fraîche; así como su panna cotta o la tarta de manzana con helado de -auténtica- vainilla. El cheesecake al más puro estilo neoyorquino y un carrot cake no excesivamente dulzón (todos los postres se elaboran 100% de forma artesana y con azúcar de caña eco) son también opciones que saciarán los paladares de los más golosos.

El chef Giacomo Massagli apuesta por una elaboración a la vista en un restaurante que se coloca a la delantera del movimiento slowfood

Tal y como apunta el apéndice de Toto (Wine Bar), la bodega es un punto muy a tener en cuenta, que no escatima en referencias de primera que, por otro lado, se verán reflejadas en el precio. Especial mención a una auténtica virguería: la selección de vinos que hay que probar antes de morir. Obviamente, puedes esperar encontrar un Dom Perignon de 185 euros, pero también un Planella DO Montsant por unos módicos 20 euros.

Comer o cenar en el Toto no es una ganga. Aunque la experiencia lo vale, tu cuenta nunca bajará de los 40 euros. Afortunadamente, ahora es posible probar sus tapas de inspiración italiana en la barra de la entrada y su menú de mediodía a un precio imbatible. Además disponen de distintos menús degustación irresistibles y adaptables a todos los gustos y bolsillos, que ofrecen la posibilidad de catar una amplia gama de pequeños platos con productos de temporada y que recomendamos entusiastamente. Un total win.