Si hay algo que no podemos negarle a Madrid es que quieras el tipo de cocina que quieras, la tienes a tu disposición. Cualquier capricho que quieras darte, puedes hacerlo realidad porque no hay cultura y gastronomía que no cuenten con su particular embajada en la capital y la marroquí no va a ser menos. Al-Mounia es nuestro plan.

Erigiéndose como un verdadero palacio magrebí, Al-Mounia recibe al forastero con los lujos propios de esa quintaesencia propia de la arabia más cercana. Marruecos tiene en este restaurante su mejor embajada, una de las referencias más conocidas y todo gracias a su casi lustro en el Paseo de Recoletos.

Un palacio magrebí con todo lujo de detalles y donde caer rendido a lo mejorcito de la cocina árabe

Un lugar que te entra por los ojos y explota (de buenas) en la cara a base de ornamento arábigo, brocado textil, madera tallada y dorado… mucho dorado. Un restaurante que, sin duda, se convierte en una de nuestras mejores opciones a la hora de deleitarnos el paladar (además de la vista) a base de un muy buen hacer de su alta cocina marroquí. Un sueño de las 1.001 noches ideado por Ahmed Sahri y que tras 50 años sigue brillando como el primer día.

¿Platos? Pues una verborrea deliciosa de especialidades propias tanto del marroquí de a pie como aquellos de paladar más exquisito. A saber: entrantes variados (tabulé, zelouk, humus y chekchouka, briwat de verduras, sopa harira, panaché de cordero, cous-cous de kefta, asado bereber, tajine de cordero con ciruelas o almendras (entre otros), mechoui al horno, merluza fassi… y un suma y sigue que no decae y que dada la variedad, nunca cansa.

Un restaurante emblemático que no por serlo pierde autenticidad y que nos enamora, embriaga y seduce como buen árabe. No le podemos pedir más. Bueno sí, que la pastella (pasta de hojaldre dulce y salado con aroma de canela) esté de muerte. Lo está.