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Bru Romero

Con tanta modernidad, en cuanto a entornos gastronómicos se refiere, se nos olvida disfrutar de esos enclaves que el tiempo parece ha dejado a su suerte. Restaurantes que nada (o poco) tienen que ver con los locales de diseñador de interiores radical que llenan más por sus mesas y sillas que por la comida emplatada. Locales que te hacen disfrutar, del mismo modo, del continente y del contenido y que perdonan que no hayas deparado en ellos previamente.

Localizado a escasos metros de la emblemática Puerta de Alcalá y como si de un anexo del parque de El Retiro se tratara, el restaurante Arahy despierta el gusto de aquel que quiere comer bien y hasta el momento ha tonteado con los cubiertos. Lo que hasta hace poco era el antiguo Club 31, se convierte en una de las cunas de la materia prima en la ciudad sin más ánimo que apasionar al comensal.

Sabores de mercado donde su chef José Ynglada, Mundy para los amigos, cocina como pocos el atún rojo de Barbate

Tarea complicada que se desarrolla gracias a las buenas artes culinarias de su chef José Ynglada, también propietario del restaurante y catering el Mentidero de la Villa que da el salto a Madrid centro con una cocina absolutamente personal.

Discípulo del chef Ángel García en Lúculo, Ynglada nos descubre la pasión por la materia prima como origen de sus platos, propuestas que tienen en su canelón de boletus, foie y trufa; atún rojo picante, wakame y almendras fritas; vieiras plancha con falso risotto de trufa; callos, patas y morro; solomillo de vaca vieja rubia gallega o tiradito de wagyu a la brasa con patatas, su más tradicional apuesta por el sabor y la combinación de texturas.

Un local en el que los corsés no son bien recibidos y sí el auténtico disfrute en la mesa de aquellas reservas sensible a las tendencias que no buscan otra cosa que producto, producto, producto y mucha honestidad y sencillez en la puesta en escena.

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