Siempre gusta que allá donde vayamos nos traten bien pero siempre hay lugares donde sienten cátedra y eso, a la corta (no a la larga) es muy complicado de superar. Somos exigentes y como conocemos lo bueno, podemos exigir un tanto pero en locales como Arrayán no es necesario hacerlo porque no solo te ofrecen forma y contenido sino que te regalan una de esas experiencias gastronómicas que no podremos olvidar.

Si lo tuyo es el menú degustación, Arrayán es tu puerta al paraíso gastronómico

A un tiro de piedra del Retiro y en el epicentro del Madrid más cosmopolita y removido, Arrayán responde al mano a mano de Leonor San José y el chef Javi Cabrera. Un local elegante que invita a relajarse y donde todo, absolutamente todo, está cuidado hasta el detalle para agradar a un cliente de bocado delicado y al que le agrada que la carta cambie a diario.

Una apuesta arriesgada en tiempos en los que parece que tener que sorprender por sorprender es la llave del éxito, descuidando el servicio y la materia prima o perdiéndose en una decoración que epate y haga olvidar lo que ocurre sobre la mesa. No pasa en Arrayán.

Platos muy personales salidos de las manos del restaurador que se encargó de situar en el mapa locales como La Sucursal de Valencia o La Alquería en La Hacienda Benazuza y que con un toque mediterráneo, maneras de mercado y formato menú degustación se ganan al paladar más exquisito.

Sabores y texturas con las que rozar el cielo con las manos y que en platos como su caballa marinada en miel, canela, pimentón y limón con puré de calabaza, jengibre y romero; trigueros con faisán y mahonesa de albahaca; foie fresco a la plancha con salsa de fresa y pimienta, acompañado de higo, frambuesas y fresas; cigala thai con coco y espuma de maíz; salmís de pularda con vino tinto y foie; cochinillo confitado o una tarta de manzana que seduce hasta el más incrédulo, solo tienen una pequeña selección del preciosismo y mimo con el que Cabrera pretende alegrar el alma del cliente que no solo no vuelve, sino que lo recomienda. Y ese, sí que es la verdadera llave del éxito.