Si hay algo que nos reconforta a los mayores foodies del planeta es que para gustos se hicieron los colores. No hay encuentro gastronómico sobre la faz de la tierra que pueda llegarnos a aburrir, dada la extensa variedad de opciones en el camino a elegir. Distintos tipos de cocina, muy diversas técnicas con las que tratar el producto o especialidades por las que decidimos apostar según convenga y al ritmo de lo que el plan a ejecutar nos pida. ¿Hoy qué toca? Hoy el cuerpo nos pide cocina en crudo y nuestras piernas no tiemblan. ¿Nos vemos en el Cannibal Raw Bar?

Localizado donde hace un tiempo estuvo el mítico Café Oliver, con su fachada azul Klein, el Cannibal Raw Bar es una oda al producto por el producto, al alimento sin más artificio que él mismo. Y es que en este local de origen gallego, los más entregados gourmand podrán disfrutar de cocina sin más en su estado más puro. A simple vista, la raw food puede parecer una excentricidad no apta para todos los paladares. Te equivocas. Muy de moda en América (que para eso casi siempre van a la última en casi todo), esta cocina sin aditivo que cambie su sabor, sin fantasía que perturbe su textura son la mejor seña de identidad de este punto de encuentro de sibaritas, célebre ya por sus ceviches, carpaccios y tartares.

Más de 70 referencias de vinos completan esta aventura caníbal, a la que solo el muy sibarita sabrá sacar provecho

Una gastronomía sana y auténtica donde su tartar de atún picante, ceviche de mero salvaje con espuma de rocoto, ostras con salsa ponzu o su carpaccio de solomillo de vaca gallega con parmesano y aceite de rúcula se encuentran perfectamente acompañados de otros platos algo más elaborados como los dumplings de carabinero con panceta ibérica, la merluza de pincho con puerros y su ceniza o la picaña de black angus en su jugo con puré de boniato que en ningún caso pierden su cruda esencia.

Un local donde el sentir más básico prima sobre todo artificio que busque dejar con la boca abierta, porque la sorpresa, esta vez, no radica en la excentricidad de la puesta en escena sino en la calidad de un producto que sabe rotundo y se mastica sin pensarlo.