Poco hay en gastronomía que ya nos pueda sorprender. En un momento en el que los chefs de medio mundo están echando toda la carne en el asador para demostrarnos hasta dónde pueden llegar y la otra mitad aprende de ellos, es complicado dar con ese lugar en el que nos vuelvan a dejar con la boca abierta y ganas de probar toda su oferta culinaria. Du Libán es la excepción que confirma la regla. ¿Quieres conocerlo?

Localizado no tan en el centro de Madrid, sino en la muy cercana Alcobendas, podemos decir que el viaje no es en balde si vamos a comer en el restaurante Du Libán, el único de haute cuisine de Madrid que no desmerece ninguna idea preconcebida y que añade, además, ese plus de magia sobre la mesa que solo los verdaderos profesionales saben conseguir.

Regentado por el chef Wissan Moussa y con un servicio realmente atento y eficiente, viajar a Oriente Medio es más fácil de lo que uno puede llegar a creer. Sabores ricos en contrastes, aromas de una cultura no tan explorada por los foodies y el puro ritmo de las tradicionales costumbres libanesas sobre el mantel, ofrecen una verdadera experiencia al comensal que curioso se entrega a todo lo que está por llegar.

La cerveza del país y los vinos (por copas) del valle de Bekaa, todo un básico si quieres meterte de lleno en su cultura

Una oportunidad de viajar a cada región del Líbano a golpe de tenedor y un constante ir y venir de cuencos de hommous, tabbouleh, moutabbal y fattoush. Texturas que nos dejan un sabor indiscutible a esa cocina de la que tanto nos han hablado y que tantas veces hemos probado pero en versión copia mala. Productos que se van mezclando en boca, preparándonos a otros platos como el kafta (carne de cordero picada), los míticos falafel (crema de habas y garbanzos), el kebbeh (croquetas de carne que mejor mojar bien en hommous) o la sfiha, mini pizza típica de la zona de Baalbeck, al este del país.

Una comida en la que no puede faltar el plato fuerte que en este caso se dispone en fuente y no es otra cosa que su afamado farroush a la parrilla, sabroso pollo marinado al ajo, limón y naranja durante 48 horas y que cocinado al carbón de la parrilla nos gana por completo.

En el caso de que hayas hecho hueco para el postre (deberías haberlo hecho, inconsciente), regálate un chute de dulzor con su fin de fiesta culinaria a base de leche cuajada, fideos kataifi de harina y jarabe de azahar. ¿Se puede pedir algo más? No, deberías pero te recomendamos volver para seguir explorando nuevas tierras que aún tienen mucho con qué sorprender.