La vida está para disfrutarla, por eso cuando aparece la posibilidad de sentarse a la mesa de una de las parrillas más ricas (y bonitas) de Madrid, no puedes desaprovecharla. El Enemigo es un oasis para lxs más carnivorxs de la sala que, por fin, se pueden dar un buen homenaje. ¿Vamos? F: Cortesía de El Enemigo

Situado en el tranquilo barrio de Almagro, descubrimos con mucha alegría un restaurante solo apto para amantes de las buenas carnes. El Enemigo es, sin duda, el place to be si lo que pretendes es hincarle el diente a un buen trozo de proteína y sentir que no has probado nada igual. El sueño hecho realidad de dos empresarios del sector inmobiliario, Daniel Codes y Juan Reyes, que se apuntan el tanto no solo por una propuesta gastronómica sin mucho rival, sino también por una decoración interior que es pura arquitectura.

Daniel Codes y Juan Reyes dan en la diana con El Enemigo, una parrilla donde las brasas hacen su magia y tú la saboreas

Y es que si su parrilla –de la que ahora hablaremos– es la verdadera especialidad de la casa, la estética de El Enemigo es un verdadero virtuosismo de claroscuros, de hierros y maderas, que dan un mayor empaque a los platos sobre la mesa. Un restaurante tras el que encontramos al estudio Arquitectura Invisible, que sabe cómo captar el espíritu de esta parrilla cosmopolita y convertirla en algo distinto a lo que pudiéramos conocer.

Una decoración que ayuda a que el comensal se sienta como en un lugar al que le gusta volver para pasar sus momentos de esparcimiento. Instantes en los que poder experimentar con una carta de auténtica cocina internacional, pero sin perder la esencia de esos asadores argentinos tan típicos donde disfrutar de una selección de platos de tradición latinoamericana que tan bien casan con el fuego de su parrilla.

Una carta en la que no faltan los chorizos criollos, las mollejas de ternera, la empanada de carne cortada a cuchillo, las mazorcas de maíz al fuego, el boniato al rescoldo o la ensalada de tomate con ajo como antesala de su ojo de bife Angus, el asado de tira argentino, la picaña, el T-Bone de Omaha, el solomillo de vaca frisona o, tirando para casa, la chuleta de vaca rubia gallega. Un verdadero despliegue de sabores que no remiten y que te invitan a terminar la hazaña con un buen volcán de chocolate con helado de vainilla o unos higos y castañas en almíbar con queso pecorino. ¡Cómo para perdértelo!