Dos décadas han pasado desde que el restaurante barcelonés El Pla abriera sus puertas al público allá por 1998. 20 años en los que se ha ganado un total respeto a nivel tanto gastronómico como empresarial, y en los que ha conseguido condecorarse como uno de los mejores restaurantes de la Ciudad Condal. Méritos no le faltan, escondido en el misterioso y emblemático barrio Gótico, su iluminación tenue invita a entrar y dejarse mimar. Su creativa y especial propuesta gastronómica logra -con nota- la maravillosa hazaña de activar tus cinco sentidos, razón más que suficiente para animarse a ir a probarlo. 

Han pasado dos décadas desde que el restaurante El Pla abriese sus puertas al público

Situado en un edificio centenario de la Calle Bellafila número 5, El Pla está especializado en ofrecer cenas en un ambiente cálido e íntimo, donde las texturas y el contraste de sabores y colores llegan a ti elaborados con productos de gran calidad y de temporada. El menú degustación está compuesto por varios de sus platos más representativos y algún capricho fuera de carta, por lo que es perfecto para hacerse una idea del nivelazo gastronómico que gastan en El Pla. Si además se opta por acompañarlo con maridaje (por unos 20€ más que merecen muchísimo la pena), la experiencia alcanza tranquilamente el adjetivo de religiosa.

Escondido en el emblemático barrio Gótico, su iluminación tenue invita a entrar y dejarse mimar

El Pla cuida cada detalle. Los platos se presentan cada uno con una vajilla distinta y específica para potenciar la originalidad de sus diseños y colores, convirtiendo la cena en un espectáculo visual. La primera sorpresa llega con los snacks de cebolla deshidratada y alga kombu, crujientes y repletos de sabor, seguidos de unas láminas de nabo fermentado con una salsa de piñones. Para concluir los entrantes, encontramos el rábano con salsa de pasas acompañado por una sopita de ceps templada. Como maridaje de este delicioso prólogo, un muscat Calvente. A continuación, uno de los hits de El Pla: el huevo de corral a baja temperatura con sopa de puerro y jamón y setas japonesas, servido con un blanco Atrevida de uva parellada.

El menú degustación está compuesto por varios de sus platos más representativos y algún capricho fuera de carta

Aunque el huevo y los snacks ya consiguen dejar bien satisfecho el ligero apetito nocturno, les siguen los platos fuertes del menú. Por un lado, la caballa a la llama con salsa de limón y ajo y un velouté de dashi, la propuesta más complicada de la degustación y quizá no la preferida por paladares sensibles a los sabores excesivamente fuertes. Eso sí, maridada con un vino natural Trenzado de origen canario elaborado con dos tipos de uva cultivadas en tierras volcánicas de las que han adquirido un excepcional aroma ahumado. Con la siguiente vianda, un pato con puré de azafrán acompañado con hinojo, hacemos el cambio a tinto, en esta ocasión un Solergibert Cabernet y Franc del Pla del Bages.

La opción con maridaje ofrece una experiencia culinaria que alcanza el adjetivo de religiosa

Y vamos llegando al final. Pasamos a un queso de cabra del Alt d’Urgell con nueces que combina fantásticamente con el vino dulce de Jerez que nos proponen y, de ahí, a un vasito de fresa infusionada con helado de saúco y una simpática botellita de albaricoque y laurel que recuerda a las clásicas Mirindas pero en versión mini. Tres propuestas que van de lo sencillo a lo sofisticado constituyendo los pre-postres. ¡Habéis oído bien: pre! Aún queda lo mejor: ¡el postre! El menú culmina con un cremoso de albahaca con bizcochito de aceite de oliva acompañado de frambuesas y avellanas que colmará vuestras expectativas sin resultar excesivamente dulce, y maridado también con un moscatel. Como veis, un menú degustación súper completo que desde Good2b recomendamos para ir en pareja y disfrutar en un ambiente íntimo y acogedor.