En un momento en el que la climatología nos hace pensar en calentito y a nuestra cabeza llegan las imágenes de esos platos invernales a los que le queremos hincar la cuchara, no podemos por más que pensar en el restaurante Ferreiro, que mucho sabe de esto y domina a la perfección las reglas básicas de la temporada más fría del año. ¿Vamos? F: Cortesía de Ferreiro

Situado en medio de Azca y abierto al público como un negocio familiar de esos que te alegran el día, Ferreiro es el sueño hecho realidad de los hermanos Feito, Manolo y Ernesto; que no dudaron en mudarse a Madrid, hace ya 30 años para ilustrarnos con un recetario asturiano cargado de sentido y de significado.

¿No quieres salir porque hace frío? Ferreiro te lleva la comida a casa gracias a un servicio delivery al que no le falta detalle

Así, Ferreiro se ha convertido en un local que, sin olvidarse de los grandes clásicos de la cocina asturiana de toda la vida (como la fabada, el cachopo de ternera, las verdinas o la merluza), resuelve con muy solvente técnica la aparición de otras opciones de autonomías cercanas en un menú al que pocos peros podemos poner. Un negocio de comedores más que espacios, a la antigua usanza, y donde el ir y venir de un servicio altamente preparado sabe adelantarse a las peticiones del comensal más disfrutón.

Un Ferreiro donde descubrimos a qué sabe el norte más sabroso entre especialidades como el pastel de cabracho con mayonesa y alcaparras, los buñuelos de bacalao, el lomo de sardina en escabeche casero, la cecina de buey de Astorga, las croquetas de fabada y jamón, la ensaladilla rusa con migas de bonito, el rabo de toro con guarnición, el rape de barriga negra a la parrilla, la cazuela de gambas rojas al ajillo, el pote asturiano con berza y patata, la sopa de pescados y marisco, la lubina a la sal con cachelos o una magnífica paletilla de cordero lechal (asada en su jugo) con patatas panaderas y padrones. ¿Quieres postrear? Pues al ataque con sus frixuelos rellenos de crema pastelera con chocolate caliente o el arroz con leche asturiana y capa de azúcar caramelizado, que te dejarán a puntito de caramelo –nunca mejor dicho– para una de esas siestas con pijama y orinal de las que hablaba el bueno de Camilo.