Hubo un tiempo en el tan preocupados estábamos porque el restaurante fuera bonito e instagrameable que nos olvidamos de que lo más importante era salir comidos como Dios manda. Menos mal que la moda duró poco y cada vez son menos los restaurantes que hacen primar al exterior sobre el interior, permitiendo que sean sus propuestas gastronómicas las que hablen por ellas mismas y no por las sillas, las mesas o el color de las paredes. Los negocios vuelven a ganarse al público, de nuevo, por la cocina y no por el epatante diseño del local. Pero hay excepciones, en Gigi tanto continente como contenido son de quitarse el sombrero y no podemos por más que rendirnos a sus pies.

Localizado en el variopinto Chamberí, asesorado por el chef Fernando Alcalá, puesto en práctica por Susana Sánchez y convirtiéndose en el sueño hecho realidad de su propietaria Pilar Menéndez, Gigi recibe al comensal con una propuesta tradicional (pero que no se parece a lo que hasta ahora has estado acostumbrado) de platos absolutamente cosmopolitas y cuya creatividad se la ha ganado a base de viajes.

Su tarta de queso, ideada por la ex concursante de MasterChef Clara P. Villalón, es ya famosa en Madrid. Tendrás que probarla, ¿no?

Un local cuya decoración, a cargo de Marta Auyanet, sirve de soberbio añadido a un éxito constante en cada plato con los que saben tocar diana y ganarse al sibarita paladar. Sofás de terciopelo en capitoné, sillas modernistas, mármol y una decoración de lo más palaciega frente a platos como los mejillones a la rabiatta de sambuca, salmorejo de pimiento, alcachofas naturales a la plancha con virutas de foie, patata violeta con ragout de setas, pollo frito filipino con uvas, steak tartar con helado de mostaza, ceviche de lubina con chips de plátano macho, atún cajún o la tarta de queso, según Gigi, la mejor que has probado.

Un restaurante, sueño para cualquier foodie que se precie que no quiere que la fiesta gastronómica termine (porque si pudiera empalmaría el día con la noche), que gusta por lo rico, es bonito y con el que nos enamoramos porque bien lo merece.