Este amplio local esquinero con grandes ventanales abiertos a los aledaños de la plaza del Cascorro lleva por nombre La China Mandarina. Por un lado, es un homenaje al anterior inquilino, un antiguo almacén. Por otro, remite al auténtico árbol mandarino situado al fondo del salón y, por último, hace referencia al estilo de su carta: cocina mediterránea con toques asiáticos.

Fran Echengoyen, Joana Oterga y Óscar Zugasti abrieron el lugar con afán de ofrecer un espacio multidisciplinar que interactuara con el barrio. Con horario ininterrumpido de mañana a noche, La China Mandarina favorece el encuentro casual, la mezcla. No es casualidad que hayan colocado una mesa enorme de madera (dicen haber bebido del concepto de la sidrería) en el centro de la estancia y que así pueda convertirse en oficina de autónomos, refugio de recién llegados sedientos de wifi, punto de encuentro de amigos vecinos o feliz descubrimiento de turistas que van al Rastro.

Como el mismo Cascorro, la China Mandarina está inspirada por la mezcla de lo lejano y lo cercano, del barrio y del mundo, de lo diurno y lo nocturno

La fórmula es sencilla, saludable y efectiva: ensaladas con gracia y riesgo, cremas, sopas, sandwiches, tostas y hamburguesas (100%vacuno), además de raciones para compatir: de tortilla de patatas a gyozas de pollo o verduras, de croquetas a coca de cecina o platos-platos como carrillera ibérica, risotto o marmitako. Además, tienen un menú del día en forma de plato combinado para bolsillos más ajustados y la imperdonable selección de tartas caseras que tiene que haber allá dónde haya una buena cafetera.

Su posición estratégica en la frontera Lavapiés – La Latina les anima a adaptarse a la agenda del barrio. Por ejemplo, hacen el brunch el sábado en lugar del domingo, que es día de Rastro. El interiorismo está a cargo del Estudio Plantea, responsables de Maricastaña o Martina Cocina, justo al otro lado de la plaza, del que dicen ser la «versión masculina». Que nadie se despiste, pues entre los planes de La China está acoger lecturas de poesía, microteatros, presentaciones y muestras fotográficas en el sótano que se esconde a la derecha del mandarino.