Seguramente en más de una ocasión has pensado aquello de que los sabores de frutas, verduras, carnes o pescados eran mejores hace años, muchos años. Tiempos en los que el producto, la materia prima estaban fuera del alcance de cualquier otro tipo de añadido, permitiéndonos pegarle un buen bocado a la naturalidad. Pues si creías que ya no existen lugares donde poder despacharte un buen almuerzo, cena o lo que surja donde el alimento en cuestión te haga salivar de pura gozadera es porque aún no conoces La Huerta de Carabaña. ¿Vienes?

Si hay algo que reconforta de La Huerta de Carabaña es que los vinos están a la altura de lo que se espera. Pequeña bodega pero directa al corazón

Situado en el barrio de Salamanca y convertido en uno de esos puntos calientes que calman tu fervor foodie, La Huerta de Carabaña sabe cómo respetar el producto sin perderlo por el camino. Una labor que saben ejecutar como pocos Roberto Cabrera y su chef ejecutivo Ricardo Álvarez que han sabido aunar fuerzas para que la magia llegue a la cocina de este restaurante que también es informal, es bistró. Un local que, tocado con la varita del decorador Pepe Leal, ofrece el mejor marco para las verduras y hortalizas provenientes de la finca de Cabrera a 50 km de Madrid.

Una huerta familiar que permite que el show gastronómico comience y que niega el paso a cualquier tipo de híbrido, en un claro ir y venir de productos que perfilan esa dieta mediterránea que tanto nos gusta tener en boca. Platos como el brócoli a la carbonara clásica, la focaccia horneada al momento con sello de la Panotheca o el tomate de la casa (que puede parecer sencillo y básico pero no) que preceden a otros como la merluza de anzuelo en papillot de acelga roja y jugo de tubérculos, el San Pedro con espárragos blancos y vinagreta de verduras o el sabroso mero o el jarrete de ternera blanca asado a baja tempetarura con parmentier que resucita al menos carnívoro.

Siempre tienes en la cabeza eso de comer sano pues, sin duda, ahora no tienes excusa para no hacerlo.