Si hay algo que verdaderamente me vuelve loco es el hummus. Desde el momento en que lo probé, puse los ojos en blanco y me pregunté el porqué de tantos años perdidos en busca de ese aperitivo que me robara el corazón y al que había sido infiel con tantos (y tantos) bocatas de calamares.

Localizado a escasos metros de la siempre dinámica calle Fuencarral, y en un barrio donde las reglas del comer han ido cambiando desde la supervivencia al placer más foodie, La Hummusería responde al buen recibimiento con el que Madrid marcó las vidas de Lotem y Shai. Una pareja israelí de psicólogos que, armándose de valor y entregados al garbanzo como guía nómada, recalaron en nuestro país con la intención de asentarse y descubrirnos el potencial del plato estrella de su país.

Si por motivos de espacio no encuentras mesa, tranquilo, disponen de un servicio take away con el que seguir rechupeteándote los dedos pero en la tranquilidad de tu hogar

Un viaje que no hicieron en balde y que celebramos desde la primera tapa (que van cambiando según el momento y día), al dejarnos embriagar por el sabor de su hummus tradicional, acompañado de garbanzos templados, un toque de ajo, perejil y aceite de oliva; su variante con limón encurtido para los más cañeros; el formato con piñones y almendras o champiñones guisados y la propuesta definitiva: el hummus con tahíni verde, un verdadero jolgorio en boca.

Propuestas, todas ellas, elaboradas en dos turnos, lo que certifica que el plato cumple las reglas de frescura de la Organización Mundia de la Salud y de nuestro gusto sibarita por comer bien y hacer una mejor digestión. Un local basado en una sola especialidad, donde se apoyan en básicas ensaladas para no restar demasiado protagonismo a esta crema hecha a base de garbanzos que tan robado me tiene el corazón. ¡Truhana!