Cuando un nuevo restaurante abre, siempre tengo una duda: ¿tendrá éxito? Una pregunta complicada de contestar en sus primeros días de rodaje, pero que me crea una cierta inquietud.  Siempre es interesante ver cómo un nuevo proyecto comienza a dar sus primeros pasos y más cuando hay una auténtica ilusión en su backstage, pero no siempre se complace al público. Hay ocasiones que el servicio no es del todo correcto, que la comida no es tan buena como nos vendían o que simplemente la localización es terrible y nada atrayente. No es el caso de La Kitxen que cumple (y con nota) todas mis expectativas (que pronto serán las tuyas).

Celebrando su apertura y por la puerta grande llega a Madrid La Kitxen, un local de colorista entrada que ya nos involucra de pleno en la experiencia culinaria a la que estamos destinados a embarcarnos. Un local con el que Raúl Rojo y Michel Garzón hacen de sus viajes culinarios por el mundo, la excusa para sentar a la mesa al interesado cliente que quiere ser sorprendido por una vuelta de tuerca en el menú a ofrecer.

Inspirados por el street food callejero, pero poniendo mesa y mantel, La Kitxen apuesta por el gustazo de compartir y sentir cada plato

Una labor nada complicada si sus chefs (un cantonés y un marroquí) le dan su personal toque a los 20 platos en que está dividida la carta y que no son otra cosa que los platos más reconocibles de esa cultura street que tanto gusta. Versiones que matan esa gusa por la tapa de toda la vida y que nos dan una vuelta por el mundo, sin necesidad de cruzar los límites que marcan los Pirineos.

Yaki gyozas que merecen un monumento, guacamole de langostinos que te hace temblar las piernas, un pad thai que te cura hasta el resfriado o un nasi goreng que despierta tus instintos más devoradores son solo un ejemplo de lo que podrás encontrar en este local, auténtico cruce de caminos, culturas que se funden para dar lo mejor de sí sobre la mesa.

Un restaurante que te hace sentir como en la cocina de tu casa, que pese a no ser muy grande te hace estar cómodo desde el primer vino y cuyas paredes en tonos blanco y luz a medio gas, te convencen de disfrutar la velada con amigos o con ese ligue al que no sabías dónde llevar. ¡Ah! y entre sus postres encuentras churros con chocolate. ¿Puede existir mejor incentivo/ guiño a Madrid? Yo, solo pienso en repetir.

*Fotos de Alfonso Ondarroa