Los cuadros-collage de Max Ernst se dan la mano con el cine en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
Tras la amplia oferta de exposiciones a colación del centenario del Manifiesto surrealista de André Breton, como la laberíntica Surréalisme en el Centro Pompidou de París o Centenario surrealista en PHotoEspaña 2024, el Círculo de Bellas Artes trae una muestra del surrealista, entre muchos otros calificativos, Max Ernst. Con cerca de 400 piezas, lo hace desde una perspectiva por primera vez planteada: a través del cine. El séptimo arte y la obra de Ernst se retroalimentan, como desgrana la exposición comisariada por Martina Mazzotta y Jürgen Pech. Un recorrido completo por pinturas al óleo, esculturas, fotografías, obra gráfica, libros únicos y proyecciones de películas provenientes de diferentes colecciones y museos de Europa. Foto de portada: cortesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid
Ernst inspiró cortometrajes surrealistas, tanto por sus obras, como por la elaboración de guiones visuales y escenografías. Además, él mismo fue actor pero también jurado en diferentes certámenes, así como diseñador de sus trofeos, que recibieron grandes directores como Roman Polanski. En su autobiografía, se narra cómo su padre decidió pintarle un retrato vestido como “el Niño Jesús”, con tan solo cinco años; un temprano testimonio de que el pintor se sabía portador de una misión: esta gran personalidad ya se intuía que daría para mucho.
El motivo de la perforación del ojo para “liberarse de la propia ceguera” inspiró la mítica escena de Buñuel
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Influenciado por el dadaísmo alemán, tendió un puente con los surrealistas franceses. De hecho, André Breton comparó los collages de Ernst con el cine y elogió que éstos rompían la barrera bidimensional de la pintura, como congelados en la quietud. Edipo Rey (1922) es prueba de ello, un collage hecho pintura. Trasladó las desproporciones de la técnica al cuadro, con una mano y nuez enormes. Cuando el visitante vea la obra en la proyección que preside la primera sala quizás se pregunte cuál es la fascinación de Ernst por los ojos. La perforación del ojo simboliza la mirada interior que buscaba “liberarse de su propia ceguera”. El surrealismo quería dirigir la mirada hacia dentro y afuera, idea que retomaría Buñuel en Un perro andaluz (1929), claramente influenciado por el collage de Ernst en su secuencia más emblemática.
Una apuesta arriesgada que lo incluyó en la lista de arte prohibido por los nazis
La fijación con las manos también le vendría desde pequeño, ya que su padre había sido profesor de lenguaje de sordomudos. Por ello, estas, a diferentes escalas, fueron uno de los recursos más utilizados en sus obras. En la célebre La reunión de amigos (1922) que pintó a su llegada a París, una vez inmerso en el círculo de las vanguardias, el grupo de artistas (entre los cuales están, entre otros, Breton, Dostoyevski, Éluard, Rafael y el mismo Ernst) se comunican en lenguaje de sordomudos. Debió parecer una apuesta muy arriesgada para el régimen nazi, que la incluyeron en la lista negra de “arte degenerado”, junto con otras obras de Ernst.
Su gran interés por la naturaleza se ve reflejado en los frottage que realizó sobre vegetales. La técnica consistía en frotar un lápiz sobre una hoja sobre vetas de madera, hojas u otros materiales naturales. Buscaba el efecto de los fósiles y a él debemos su popularización de la técnica. Si la escritura automática era la escritura por excelencia para el surrealismo, los collage y los frottage eran la técnica que alimentaban el automatismo y el conocimiento irracional. El collage por medio de la unión de casualidades exploraba el subconsciente.
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La muestra pone en valor las novelas collage de Ernst (La mujer de las 100 cabezas y Una semana de bondad), hoy en día no conocidas por el gran público, que sirvieron como manifiestos visuales del surrealismo y fueron guiones y escenografías de posteriores películas. Fue el gobierno de la Segunda República quien se encargó de promover la exposición, por primera vez, de Una semana de bondad en Madrid, en un intento de acercar la vanguardia al público español. Siempre con un espíritu experimental, la novela-collage estaba compuesta por recortes de libros y revistas del siglo XIX y, sin texto, ofrecía una interpretación de la era dictatorial de la década de los 30 que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. El vestido de la novia (1940), otro de los óleos célebres que se exponen, sigue con esa línea ya que, además de hacer un guiño a las escenografías manieristas del arte del Renacimiento, advertía ante el peligro de una posible boda de una novia francesa con los bárbaros alemanes.
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Entre las obras originales con las que cuenta la muestra cabe destacar La tentación de San Antonio (1945), tema que toma prestado del pintor renacentista alemán Grünewald, quien pintó al santo en la misma posición, retorciéndose. Ernst rescata la pose desde una perspectiva surrealista e irónica en la que el santo parece una langosta cruda y se encuentra rodeado de animales caricaturescos y fantásticos, que bien podrían recordar a El jardín de las delicias (1490-1500) de El Bosco. Dicha obra, que juega con el miniaturismo y la perspectiva, le valió a Ernst un premio valorado en 2500 dólares. El jurado, entre otros miembros, Marchel Duchamp, pese a ser uno de los precursores de la ruptura del arte moderno, decidió premiar el tributo que el alemán hacía a la historia del arte. Era el único entre todos los participantes del certamen con este enfoque.
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Por módica que pueda parecer la suma hoy en día, ésta permitió a Ernst comprar un terreno en Arizona, donde se afincó una década junto a su querida Dorothea Tanning. Los paisajes estadounidenses se convirtieron en objeto de sus investigaciones. Continuando con su interés por la biología, creó paisajes en miniatura que subrayaban la relación entre el micro y el macrocosmos.
Además de la prolífica relación con el séptimo arte, el legado de Ernst es la influencia que ejerció en la escena norteamericana después de huir de la Europa fascista, tras ser liberado de un campo de concentración francés. Los surrealistas, en la década de los 40, influyeron directa e indirectamente gracias a su contacto con los artistas emergentes neoyorquinos en el nacimiento del Abstract Expressionism, Action Painting y Colorfield Painting. La experimentación fue una constante en su carrera, que abarca más de 70 años del siglo XX. Nunca dejó de aprender cosas nuevas ni de probar diversas técnicas. Le gustaba unir el placer de crear nuevas formas con la diversión del juego y la nostalgia de la infancia. Puedes ver la obra de este artista polifacético y multidisciplinar en Max Ernst. Surrealismo. Arte y cine hasta el 5 de mayo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
- Horario: Hasta el 5 de mayo
- Tipo: Gallery
- Web: https://www.circulobellasartes.com/