Hay restaurantes especiales y luego está Osa. Y es que desde que entras por el umbral de su puerta, te das cuenta de que has acertado. Una parada gastronómica de esas que dejan tan buen gusto al paladar, que te incitan a volver sin tardar, que te permiten darte cuenta por qué la cocina española resulta imbatible cuando se pone mimo, producto y mucho talento. ¿Lo probamos?

Alejados un poco del radio gastronómico más convencional, descubrimos Osa en un chalet de dos plantas en la colonia del Manzanares (Moncloa-Aravaca). Unas coordenadas atípicas para un restaurante diferente y tras el que encontramos el buen hacer del combo formado por Jorge Muñoz y Sara Peral, a los que recordarás por su paso por el vasco Mugaritz.

Un reencuentro que se hace de lo más delicioso tras ver el mimo con el que presentan una propuesta culinaria que nos hace viajar a otra época, cuidando al máximo la materia prima y ejecutando técnicas francesas, pero con esa sensibilidad japo que convierte a sus platos en opciones de lo más apetecibles.

Así, Osa despierta sentidos que creíamos dormidos, transmitiendo un mensaje que llega a cualquier tipo de paladar y celebrando el brutalismo como estética gastronómico a recuperar de nuestro basto recetario tradicional.

Jorge Muñoz y Sara Peral se encargan de demostrarnos que 2 Soles Repsol no se los regalan a cualquiera

Un espacio diseñado por Schneider Colao Studio, que sabe captar y transmitir la esencia minimalista de este restaurante en el que el foco está en cada plato, y cada plato con su tiempo. Porque si hay algo que tienen muy presente en Osa es que la cocina de fondos y sabores que reposan es la que llega al corazón (y al estómago), de ahí que cuiden muy mucho la personalidad de cada producto, de cada aderezo con el que combinar.

Un Osa que se juega todas sus cartas a sus dos menús degustación (OSA y osa), donde platos como su salmonete de Chipiona en costra de tempura con mayonesa de hierbas, la cabeza de jabalí envuelta en careta de cerdo y rellena de lengua y carrillera, su pimiento chocolate con pilpil de bacalao de las islas Feroe, el ‘Zampone’ con garbanzos de Daganzo, el guiso de gurumelos con salsa española de garnacha y láminas crudas, la codorniz engrasada y albardada en hoja de parra tipo ‘royal’, su anguila salvaje de Foz, la trucha del río Vero, su faisandé de codorniz o zorzal, el rillete de conejo sobre crema de ajo asado y acompañado de zanahoria baby o el chuletón de lombarda con civet de verduras y setas reducido a demiglace, a modo de salsa de carne para mojar y no parar. ¿Un postrecito? Sorpresa, prepárense para disfrutar.

¡Ah! Y no se vengan sin catar sus impresionantes vinos. No se arrepentirán.