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Bru Romero

No hace falta ser muy avispado para saber que donde hay cerveza hay alegría pero si además esas rubias o tostadas se presentan en una veintena de grifos desde donde se procede a su buen tirado para algarabía y mejor compañía de una carta que redondea el ya de por sí perfecto recetario tradicional, asistimos a una experiencia que no pretendemos que nadie nos cuente porque es de las nuestras. ¿Nos vemos en El Sainete?

La frescura del producto, lo artesano de muchas de sus cervezas y el perfecto maridaje entre ellos, el motivo de que no dudes en volver hasta perder la razón

A un tiro de piedra de la Plaza Mayor donde poder degustar, posteriormente, el ya famoso café con leche de la Botella, nos encontramos con un local en el que tanto monta, monta tanto, sus cervezas como el papeo en cuestión. En El Sainete todo es sorpresa. Y es que no te imaginas que en un local tan, en apariencia, pequeño puedas encontrar tanta variedad de bebercio y comida a la altura de las circunstancias.

Algo más de 120 tipos de cervezas nacionales e internacionales y 20 grifos, si lo que te va es que te la tiren, donde encontramos desde las profundas lager o trigo alemán a otras sin tanta solera como las cervezas de fermentación espontánea y las IPAs americanas.

¿Pero cómo es que empiezo hablando de las cervezas? Pues porque si es lo que primero llama la atención de El Sainete, su cocina no se queda atrás. Y es que, con el chef Fran Vicente a los fogones y con una pasión por hacer guiños constantes a la gastronomía salmantina, los platos que van saliendo de cocina son un ir y venir de sabores absolutamente tradicionales y atemporales pero no por ello ordinarios sino bastante extraordinarios.

Ricas opciones que nos hacen disfrutar de unas lascas de bacalao con cremoso de patatas, unos mejillones en escabeche templado, la ventresca de atún rojo con suculento guiso de tendones de ternera, unas croquetas de jamón con bechamel que enamora a nuestro paladar, el cochinillo frito con espuma de chirimoya picante, unos callos que exigen que mojes en su salsa o un bao de pollo de corral en pepitoria del que se puede decir es una de sus más pedidas especialidades.

Toda una aventura que en ningún caso decae, un local en el que poder elegir de entre sus cuatro ambientes bien diferenciados (ya sea una comida/cena más frugal o distendida) y que permite la posibilidad de que se convierta en privada, gracias a una gruta de ladrillo visto donde entregarte a la intimidad gastro. El espectáculo está servido, amigos.

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