Sunday Reads: El día que me tropecé con una sandía en el ascensor
Hacía un año y medio que no iba al psicólogo. Lo pasé en grande, me quité varios kilos de mierda mental. Si no lo habéis probado deberíais, a ver si desmitificamos el temita y de paso deja de ser tabú. F: La sandía de la serie Nude Fruit, de Ana Domínguez, Isa Merino y Coke Bartrina para The Plant Journal, issue 5
Inmediatamente entendí que esa sandía tenía que estar ahí por alguna razón, joder que es una sandía, en un ascensor, sola, fuera de contexto, sin más comida ni rastros de compra a su alrededor
Total que salgo yo fetén, con BSO de comedia romántica en mi cabeza y al coger el ascensor de la consulta para bajar tras la cita me encuentro una sandía en el suelo, quiero decir, una sandía, que no sé si es temporada o no, pero watermelon real. Me reí en alto. Típico de la gente loca que va al psicólogo pensaréis, ¡error! Hice un par de stories de rigor que tuvieron gran acogida pero las siete plantas de bajada me dieron que pensar. A ver, coño. Llevas un mes y medio sin ir al psicólogo, decides volver, sales genial, como si supieras que lo necesitabas, ¿y de repente ves una puta sandía? Así que inmediatamente entendí que esa sandía tenía que estar ahí por alguna razón, joder que es una sandía, en un ascensor, sola, fuera de contexto, sin más comida ni rastros de compra a su alrededor. Es una señal, pensé, y en el trayecto hasta casa lo comprendí todo. La sandía soy yo, la sandía somos todos.
La sandía es la mítica fruta entre lo exótico y lo mainstream que agrada a casi todo el mundo. Es dulce, pero no siempre, de hecho es una tomadura de pelo cuando no lo es. Quiero decir, entra guay cuando está fresquita, pero cuando es insípida te molesta supinamente. A veces es carnosa, otras terrosa, otras putada; pero no sabes cómo va a ser hasta que no la abres y la pruebas. Y joder las semillas, me acordé de la película Bichos “Imagina que es una semilla”. Y es que cada estúpida semilla de la sandía es incómoda y… ¡BOOM! Analogía al canto. Las sandías son como los humanos. La sandía eres tú.
La sandía eres tú, que vas con esa piel tan cool y dura por fuera, pero en el fondo necesitas ir al psicólogo
Tú, que vas con esa piel tan cool y dura por fuera, pero en el fondo eres una sandía que necesita ir al psicólogo, que dentro te pasa de todo. De to-do. Normal, eres una sandía. Que si hoy me siento carnosa, ahora jugosa, mañana seca hasta el desagrado total, y estás llena de pepitas, pepitas que la gente escupe, retira, pepitas incómodas, con las que acabas aprendiendo a convivir. Por algo no eres una pera, un plátano o una manzana. ¿Os imagináis pepitas en esas frutas? ¿Os las comeríais? Pues no, pero una sandía sí porque te anima a jugar a eso de “a ver si la sandía me sale buena”.
Voy a parar, porque creo que me estoy liando, incluso fomentando el canibalismo. Solo quería dejar claro que somos como las sandías y no sé ustedes, pero yo quiero ser una sandía con pepitas, con mis días dulces y mis días rancios. Somos sandías diferentes que no tienen por qué gustar a todo el mundo, la clave es que en esta vida cada persona llegue a ser la sandía que quiere ser. Yo, desde luego, quiero ser esa sandía del ascensor.