Sabemos de tu gusto por el juego y no nos referimos al bingo, ruleta o cartas, nos referimos a jugártela, a disfrutar del día a día, a apostar por aquello que no conoces pero que un pálpito te dice debes elegir, a exprimir lo mejor de la semana y disfrutar de los placeres que te dan la vida. ¿Nos permites un consejo? ¡Juégatela al Treze!

Sí, a primeras puede parecer un número que no invite a la tranquilidad ni al optimismo pero una vez traspasados los límites de este restaurante de cocina de mercado que no vende humo sino que es lo que ves, sabe a lo que sabe, no te quedará otra que caer rendido a su variada selección gastronómico y a su servicio en mesa la mar de atento.

En Treze Bar & Restaurante no buscan epatar, buscan que el cliente juegue con los sabores y se vaya más que satisfecho. Una cocina donde el producto es el único capaz de venderse por sí solo y sus dos niveles empleados para su formato bar y su espacio para restaurante responde al interés del comensal por ir más rápido o tomarse la vida con calma.

¿Crees que ya nada te puede sorprender? No hay palabras para definir lo que Saúl Sanz hace en sus cocinas. ¡Vayan, coman y el recuerdo será imborrable!

Regentado por el chef Saúl Sanz y su mujer Elena Ursu y acompañado por un preparado equipo que sabe lo que se cuece en la cazuela y lo que se sofríe en la sartén, el Treze Bar & Restaurante es, sin duda, la parada obligatoria del paladar al que le pone el riesgo. Un local que recuperando el sentir del primer Treze (del que ya os hablamos hace 3 años), abierto en las traseras de Gran Vía, se postula como una apuesta segura por el buen yantar y beber en pleno barrio de Salamanca.

Platos que suman a la calidad del alimento, la belleza de un emplatado impecable y que van desde el foie micuit con bizcocho casero de cacao y orejones, el ceviche de corvina, pulpo con batata y choclo, la molleja de ternera sobre manitas de cerdo y curry rojo, las alcachofas confitadas y marinadas o el bun de rabo de ternera, aguacate, mole y aromas de su zona bar, a los carabineros en arroz caldoso, el lomo de vaca gallega madurada 45 días con patatas y pimientos, las albóndigas de buey, jugo de ave, tomate y tuétano o a la tempura de mar (ortiguillas y cangrejo) con salsa dulce y picante de su parte de restaurante.

Una experiencia que reaviva las ganas de volver  y con la que agradecemos el buen juicio que hemos tenido, la buena suerte de dejarnos llevar por nuestro afán por jugárnosla a un número por el que nadie daría nada pero que a nosotros nos lo da todo. Chúpense los dedos, está permitido.