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“Aquí sólo pedimos la voluntad”. Ángeles, una profesora que colabora de manera altruista en este coqueto local desde hace dos años, lidia con un señor gigantesco y malhumorado que se ha empecinado en llevarse cinco libros por el precio de un paquete de chicles. El cascarrabias se sale con la suya, se despide de malas maneras y Ángeles, sin rastro de acritud, le desea buen día. Miguel Ángel, otro voluntario, me explica que se recomienda dejar entre 0,50 y 1 euro por libro, pero que la aportación es libre. “Ahora me voy a Móstoles, tengo que recoger doce cajas de libros a una biblioteca”, dice muy dispuesto.

Tuuu Librería, situada en la calle Covarrubias, es la primera ‘librería de rotación’ en España y es uno de los proyectos de la ONG Yooou, una asociación sin ánimo de lucro fundada por Alejandro de León que tiene como objetivo final romper el circulo vicioso de la pobreza. En el caso de la librería benéfica, De León se inspiró en una iniciativa similar que comenzó en 1999 en Baltimore (EEUU) para fomentar la lectura. Así es cómo, desde hace poco más de dos años, amantes de la literatura y el cine intercambian libros y películas (donando y adquiriendo) y contribuyen a la viabilidad de la propuesta solidaria.

 Tuuu Librería es la primera ‘librería de rotación’ en España y tiene como objetivo principal fomentar la lectura.

“Aquí no se puede venir con prisa”, advierte Ángeles cuando observo las torres de libros –clasificados por género, eso sí- que se erigen del suelo hasta tocar el techo. Ella, una auténtica base de datos literaria, me recomienda leer a Irène Nemirovsky con urgencia. “Se la cargaron en la Segunda Guerra Mundial. Era buenísima”. La última misión de esta profesora ha sido embalar varias cajas de libros infantiles para mandar a un hospital de Zaragoza. Además de donar libros, material educativo o equipo informático a niños, colegios y orfanatos en España, la ONG ha construido seis bibliotecas en América Latina y ha mejorado muchas otras que necesitaban ampliar su catálogo.

Esta peculiar librería cuenta con casi 100 voluntarios que se reparten turnos de dos horas. «Aquí somos todos distintos, de edad, ideología, de procedencia, de todo. Por ejemplo, a mí me gustan más los libros y Miguel Ángel es más de hablar con la gente. Pero todos tenemos una cosa en común: nos gusta ayudar». Miguel Ángel me muestra un panel con post-its de colores en los que los visitantes dejan apuntados los libros que andan persiguiendo. Ellos se encargan de avisarlos cuando llega la donación deseada. Entre las peticiones, muchos recientes premios Nobel, mucha generación beat y muchas veces El Principito. “Chelo, ¿sigues con la novela gótica?”, pregunta Ángeles a la tercera voluntaria. “No, chica, ahora me ha dado por los comics”.

El lugar podría ser fácilmente escenario de una película de Mike Leigh a la española. Mediodía, entra el sol por la fachada delantera, todo ventanal. Huele a madera y a libro usado. Miguel Ángel se despide sonriente rumbo a Móstoles y se cruza con una señora que entra preguntando por poesía de Caballero Bonald. Otra chica joven lee tranquilamente en el sofá de la esquina. Al fondo de la trastienda suena el repiqueteo del teclado de la oficina. Cuando me quiero dar cuenta, he pasado casi una hora con el cuello girado noventa grados repasando cantos de libros. Ángeles sonríe. “¿Ves? No se puede venir con prisa”.

(Fotografías de Enrique Mínguez Greciano).

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