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Raquel Bueno

Dicen que el agua, y la natación en especial, tienen poder curativo y, por ende, las pinturas de Samantha French gozan de ese mismo poder. Es mirarlas y dejarse llevar muy, muy lejos en el espacio o en el tiempo hasta llenarse por completo los pulmones de pura paz interior (y algo de sal y cloro). Es domingo: relájense y disfruten. F: Todas las imágenes por cortesía de Samantha French

Las nadadoras de French, sumergidas en aguas cristalinas de color turquesa cual sirenas, evocan una nostalgia casi abrumadora

Por suerte o por desgracia, la tecnología actual no nos permite todavía oler una imagen o una pintura. Sin embargo, si esa hipótesis fuera posible, las pinturas de Samantha French olerían a los días de verano pasados: a crema solar y a mucha sal; y quizás también al látex de los gorros de natación, polvo de talco y un aroma de cloro intenso. Las nadadoras de French, sumergidas en aguas cristalinas de color turquesa cual sirenas, evocan una nostalgia casi abrumadora y una serenidad que nos proporciona una intensa sensación de escape y nos invita a cerrar los ojos y a sentir mientras nos adentramos en esta experiencia inmersiva única en su especie.

Las obras de la artista estadounidense, a gran escala, flotan entre retratos y composiciones cromáticas abstractas; y reviven los recuerdos de los veranos de su infancia en los lagos del norte de Minnesota, bajo los cuales reina siempre el silencio y la calma. Etéreas, nostálgicas y un tanto abstractas, las pinturas al óleo de Samantha presumen de textura y de un impresionante nivel de detalle, fruto del uso de sus propias fotografías como referencias visuales. En consecuencia, el agua se nos aparece con un realismo extraordinario que nos tienta, nos seduce y nos llena de fascinación. ¿Un chapuzón?