El Grupo Puntarena vuelve a acertar con este auténtico cruce de destinos gastronómico. Y es que aunque creyeras que lo has visto todo, es necesario probar la cocina Ticuí para entender lo que verdaderamente significa ese concepto de ‘fusión’ del que muchos hablan y que muy pocos saben lograr en sus fogones. Te vienes, ¿no?

La apertura de Ticuí, podríamos decir, es el resultado del camino de amistades creativas que, de vez en cuando, se da y de ahí la magia. Porque si el chef Federico Rigoletti, el empresario Arturo Argüelles y el taller de arquitectura JSª no se hubieran encontrado, hoy no podríamos estar hablando de esta ida de olla para el paladar donde los sabores mexicanos y la excelencia del producto español se convierten en una misma cosa: ‘disfrutoneo’.

Un regalo al paladar con la que Rigoletti despliega sus armas sin ninguna imposición y con el único objetivo de mezclar con mimos los sabores y olores de dos culturas con mucha que contar.

México y España se entienden de maravilla en Ticuí, un lugar donde la fusión se exprime con mucho arte (y que, además, cuenta con la recomendación de la Guía Repsol)

Un mexicano especializado en la cocina del mar y que con ese rollo artesanal tan presente en las cuerdas, el barro, la madera y los tonos beige y ocre de allá donde miremos, se cuela irremediablemente en nuestros place to be para repetir.

Porque si todo lo anterior ha captado tu atención, solo hace falta que pruebes las delicias que Ticuí, en las manos de Rigoletti, tiene para ti. Platos como su gamba blanca, la dorada curada con crema yuzu, la burrata con remolacha, su aguachile de camarón con pepino y aguacate, el solomillo wagyú con apache y caviar esturión, su arroz costeño con cangrejo, las carnitas de pork belly, el pulpo con «frijol puerco» o el cochinillo pibil te dejarán bien satisfecho y opciones como sus cócteles ‘Canta y no llores’ o ‘La venenosa’, el punto de no retorno para gozártelo como un mariachi en pleno huapango.