Barcelona tiene nuevo crush gastronómico, y viene con acento mexicano, guiños catalanes y una energía que no se parece a nada: SALSA STREET FOOD. Empezó como una dark kitchen modesta, nacida en plena pandemia, y pronto quedó claro que el formato se le quedaba pequeño: la gente quería sentarse, quedarse, probar más. El primer local de Laforja fue el punto de inflexión; ahora, con la apertura del nuevo espacio en Muntaner 124, SALSA se consolida como uno de los proyectos gastronómicos más definidos de la ciudad. No aspira a ser otro mexicano más: busca su propio lenguaje, y lo está construyendo con calma y criterio.
Fusión de sabores y una carta con identidad
En cocina manda Santiago Giralt, que ha sabido encontrar un equilibrio poco habitual entre raíces mexicanas y mirada catalana. Nada de replicar fórmulas: aquí se piensa, se prueba y se ajusta. De ahí salen platos como la ensaladilla Pacífico, el tartar de corvina, la celebrada (y premiada) croqueta de cochinita pibil o unas quesadillas y tacos que representan el espíritu de la casa. El Taco del Mes, que cambia cada 30 días, funciona mantiene la carta viva y a la clientela a la espera de lo nuevo. Con un ticket medio de 30 € y un menú de mediodía de 14 €, SALSA consigue algo poco habitual en Barcelona: ser especial sin volverse inaccesible.
Un espacio donde apetece quedarse un rato más
El nuevo local aporta un matiz interesante: la estética y el ambiente listening bar, diseñados por Inés Sanfeliu, que envuelven la experiencia. Madera, luz baja, librerías y una selección musical cuidada crean un ritmo propio, más pausado y más sensorial. Aquí se viene a comer, sí, pero también a bajar revoluciones. Detrás de todo están Alejandro Ferrer, Santiago Giralt y Carlos Matas, tres amigos que han convertido una intuición compartida en un proyecto con identidad clara y recorrido. Dos locales después, SALSA no parece estar creciendo para multiplicarse: parece estar creciendo para consolidarse.
