Si hay algo que no podemos negar es que un restaurante que entra por los ojos es un tanto que se anota. Si además la comida es buena, se duplica el punto y si para acabar de rizar el rizo, el servicio está a la altura de lo que se espera o al menos brilla por su presencia (que no por su ausencia), ya pueden contar con el favor del público y de ahí un suma y sigue. En Mamá Chicó no solo consiguen eso sino que además logran mantener el equilibrio entre continente y contenido y de ahí su éxito.

Palmeras, diseño industrial y una claridad exquisita y sofisticada es lo que primero llama la atención de este restaurante situado en Recoletos y donde la fusión de las cocinas italiana, argentina y gallega es su mixta especialidad. Un local donde al buen comer se le homenajea y el aroma es lo que primero nos llena.

Una historia familiar de más de 30 años entre fogones que dio el salto del norte de España a Madrid, tras cuatro años afincados en Galicia, para colonizar una parte de la capital, para demostrarnos que no todos los italianos son como nos habían hecho creer.

Si no tienes claro qué pedir, juégatela a sus pizzas o a cualquiera de sus pastas. Nunca una ración de hidratos de carbono te hizo sentir mejor

Un empuje familiar y una pasión por la gastronomía de siempre, cocina con alma que atrae a repetidores y nuevos clientes que no quieren olvidar la esencia de platos como sus fetuccini mar y montaña con masa fresca y artesana del día, los raviolis de boletus con wasabi, empanadas típicas argentinas o pizzas como la de cecina o la de jamón ibérico y huevos rotos. Entrantes, ensaladas, alguna que otra carne y postres típicos argentinos combinados con el cruce cosmopolita de Estados Unidos y Europa completan la jugada.

¿Aún sigues creyendo que es un italiano cualquiera? Te aseguro que el que lo conoce, cambia ambsolutamente de idea.