La cocina vasca es una gastronomía más recurrente si entendemos el arte de los fogones como una manera de aunar tradición y modernidad. No necesitamos que la materia prima a utilizar la hayamos conseguido en el punto de venta más exclusivo o, incluso, en el más lejano, no pedimos que la combinación de sabores salga de un proceso alquímico o que el emplatado sea toda una labor de ingeniería. Nos encanta redescubrir sus sabores y disfrutar del producto de cercanía que nos trae recetas conocidas y bien saboreadas. En Urkiola Mendi lo consiguen con nota.

Un servicio mínimo pero impecable en la ejecución y un delicioso bacalao que se deshace en boca tus motivos por las que dejarte caer por Urkiola Mendi

Más de 17 años avalan a este Urkiola Mendi transhumante por Madrid que del barrio de Prosperidad pasó a Arturo Soria para instalarse en Chamberí pero sin perder ni un ápice de su esencia a montaña, a mar y a lo que se tercie.

Labor maestra la del cocinero Rogelio Barahona que con un talento indiscutible para mimar las recetas de nuestros antepasados sabe de qué manera captar la atención del cliente de vuelta de todo. Y si no, solo hace falta probar platos como los ravioli de chipirones con bacon, las anchoas de Bermeo en aceite, el pisto con chistorra a la bilbaína, la almeja rellena con su piperada, los callos y morros a la vizcaína, el lomo alto de bacalao a la parrilla, el pichón de Mont Royal a la brasa y escabechado (dos acabados) o los canutillos de Bilbao con crema de vainilla de Tahití y su delicada y rica pantxineta.

Una cocina a la que volver (y volver) cuando cansado estés de tanto minimalismo y sofisticación, que funciona como particular detox gastro entre tanta locura y frenetismo foodie y que mantiene un férreo respeto por el sabor y textura en su punto exacto para orgullo de Barahona y nuestro merecido aplauso.