Educar el paladar no es lanzarte a lo loco a probar esos restaurantes tan pintones de los que todo el mundo habla, sino ir probando de aquí y de allá, pero hacerlo desde el propio barrio. ¿Acaso crees que la alta gastronomía es la única que marca las tendencias de lo que se debe comer o no? Solo hace falta hacer una visita a Alma Cheli y descubrir que la magia de lo culinario no solo reside en aquellos lugares con estrella. F: Todas las imágenes cortesía de Alma Cheli © Alma Cheli.

Alma Cheli nos demuestra que se puede comer bien, rico y sofisticado sin tener que esperar cola en esos sitios que nos venden como que están más de moda

Situado en el popular barrio de Chamberí y regentado por José Miguel Parra, un chef hecho a sí mismo cuando dejó de ser administrativo, Alma Cheli es el restaurante al que ir si, como decía anteriormente, quieres enseñar a tu paladar por dónde deben ir los tiros. Un negocio divertido y con un cierto puntillo punk que hace aflorar el buen rollo en una cocina despierta, diferente y juguetona entre materias primas de mercado.

Una taberna «con menos miedo que vergüenza» donde las cervezas de grifo bien tiradas (y bien fresquitas), el vermú casero a cascoporro y esos vinos de Madrid tan sugerentes invitan a que te sientes y te dejes de milongas, pues su oferta gastronómica está al nivel de lo que se espera.

Un Alma Cheli que, a escasos metros de Ponzano, se aleja absolutamente de sus parroquianos, para celebrar que lo suyo es igual de bueno, pero sin tanto artificio, alharaca e insípido filtro. Un restaurante espectacular, de la cocina al marco de la puerta, donde disfrutarte unas croquetas melosas de jamón ibérico, un salmorejo con chipotle, una cecina de Astorga aliñada con lascas de Parmesano y almendra, una bomba de patata rellena de cochinita pibil, unos torreznos con papas fritas y salsa de chile dulce, unos langostinos en crujiente de arroz verde, un bacalao gabardina, unos callos madrilé, unos canelones de ternasco thai con leche de coco o una panceta a la naranja con salsa teriyaki. De beber, pídete un negroni al escondite inglés, y gózate la ida de olla del chef Parra, que antes de que pidas la cuenta ya será tu íntimo.