Si hay algo que los momentos de recesión económica consiguen es que la imaginación aflore sin ningún límite aparente. Algo lo suficientemente bueno para que Alberto García y Nacho Fernández dejaran el derecho para enrolarse en un proyecto que desde su inauguración brilla por su éxito: Bocacalle.

Situado a un tiro de piedra de la calle Hortaleza, y contando para su diseño interior con el equipo de More&Co –quienes se encargaron de sacarle un mayor partido al local dividiéndolo en dos-; y de los Boa Mistura, que dieron rienda suelta a su locura bañándolo en rojo intenso, Bocacalle no es otra cosa que un restaurante canalla liderado por su chef y estrella Daniel Álvarez, curtido en los fogones de nada más y nada menos que Martín Berasategui (ahí queda eso).

¿Necesitas consejo? No te olvides de pedir su Estofa-dog o su migaccio. Acierto y éxito, asegurado

Un local donde la cocina urbana enloquece al comensal y lo convierte en fiel seguidor del movimiento más callejero, en su particular aventura por el mundo pero sin salir de Madrid.

Una carta que gira en torno al producto español pero versionado con técnicas de muy diversa procedencia y cuyos platos cambian con cada temporada.

Un cubierto que no supera los 30 euros de media por persona y que nos permite deleitarnos con un variado tropel de opciones tan ricas y sabrosas como su ensalada de pichón escabechado, foie y esferificaciones de albahaca; samosas rellenas de pringá de cocido sobre humus de garbanzo emulsionado con lemongrass; migas manchas de pan de centeno, huevo poché, carpaccio de ternera y flauta de foie y payoyo; ramen de setas de temporada, verduras de invierno y caldo de cocido; perrito de carrillera a baja temperatura con caramelo de cebolla; gyozas de carne de caza  sobre micuit de pato; coca de sardina ahumada sobre confitura de tomate y caviar de sésamo; gazpacho caliente de carabineros estilo thai, moluscos marinados y jurel o panceta ibérica, alioli  de trufa negra y causa limeña de trompeta de la muerte.

Un restaurante que se desquita de toda idea preconcebida de los locales de gastronomía a pie de calle; que debería presumir de ser un alta cocina entre los de su estilo y por el que no dejamos de pasar ya sea por necesidad o por el puro vicio que su propuesta nos despierta. Salivamos con tan solo pensarlo.