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Bru Romero

Pocos restaurantes pueden jactarse de jugarse todo a una mano y salir victorioso del órdago. ¿Qué local abriría su negocio al público ofreciendo una única opción a pedir en comanda? Aquel que sabe que lo que ofrece no es bueno sino sublime y que no hay razón de tener que sacarse de la manga una obligada carta, con la única intención de acompañar a su plato estrella. El Café de París es el mejor ejemplo.

Localizado a un tiro de piedra del muy transitado Retiro y como perfecta réplica del famoso Café de París de Ginebra (también tienen sedes en Lausana, Dubai y Estocolmo), su entidad madrileña es un verdadero placer para los sentidos. Un local de esos que de primeras sorprende al enterarnos de que solo sirven un único menú cerrado y que, además, gira en torno a la especialidad de la casa: el entrecot.

Solo tendrás que preocuparte por el punto de la carne, ya sea bleu, saignant, a point, rose, bien cuit

Un local que mucho bebe de los bistró parisinos donde parece que el tiempo se ha parado porque el aire retro inunda hasta la cocina y donde la sabrosa carne acompañada de su deliciosa salsa de mantequilla (creada a partir de más de una veintena de especias y cuyo secreto permanece sellado desde los años 30) es el éxito de la casa que reciben cada semana de la flagship suiza. Una opción ganadora acompañada de ensalada y patatas ‘a voluntad’ que hacen las delicias del más incrédulo que ve cómo se desmontan sus múltiples contras a golpe del oro líquido y mantecoso que nos roba el paladar.

Excepcional comida que pese a no ser muy pantagruélica (por dar alguna queja), se puede acompañar, también, de ricos vinos y cavas o de postres como el fluido de chocolate, el apple crumble, la tabla de quesos (made in Celicioso), la tarta de zanahoria, la fruta de temporada o un crépe Suzette que te deja levitando y con ganas de volver para entregarte al sabor del mejor entrecot.

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