El «Khachapuri», el plato georgiano más Instagram-friendly del mundo
El pasado 22 de abril, The New Yorker publicaba un artículo titulado La Musa Culinaria del Cáucaso que constituía toda una declaración de intenciones a la cocina contemporánea como hasta ahora la entendíamos. Resulta que los americanos ya no buscan la inspiración culinaria en Italia, ni en España, ni en Grecia. Lo hacen en la costa del mar Negro, en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental. La cumbre de la inspiración culinaria ahora está en Georgia. F: El khachapuri, plato del año según af&co. Imagen de loleta.es
La estrella de la cocina georgiana: el khachapuri. Imagen de half baked harvest
La consultoría de restauración y hospitalidad af&co. nombró recientemente la cocina georgiana como la “Cocina del Año”. Y el plato estrella elegido, o “Plato del Año”, fue nada más ni nada menos que el khachapuri; un término que se refiere a una variedad de panes rellenos de queso típicos de Georgia. Pero el repertorio de la cocina gregoriana es amplio y cuenta también, más allá de sus platos, con una tradición vinícola excelente y cada vez más popular (al final, Georgia es el país que lleva más tiempo produciendo vino del mundo).
Preparación del khachapuri. Imagen de loleta.es
El repertorio de la cocina gregoriana es amplio y cuenta también, más allá de sus platos, con una tradición vinícola excelente y cada vez más popular
Tal y como apuntaba el informe de tendencias, el khachapuri es fotogénico y, en consecuencia, muy Instagram-friendly (por eso ya acumula más de 37,8 mil menciones en la red social). Consiste en una especie de pan fruto de una mezcla parecida a la de una buena masa de pizza y una focaccia genovese, rellena de mucho queso (repito: mucho queso) y acabada con un huevo por encima que se deshace en la boca. En definitiva: una delicia.
El khachapuri. Imagen de half baked harvest
Recuerdo vívidamente la primera vez que lo probé. Estaba paseando por las calles de San Petersburgo en busca del sitio perfecto para cenar cuando me crucé con un restaurante georgiano en cuyas mesas servían sin cesar lo que en aquel momento me pareció una pizza con forma de barco. No pude contener el impulso de entrar a probar esa masa dorada y ligeramente aceitosa, servida con pimienta recién molida y un puñado de perejil fresco, cuyo sabor te explota en la boca al primer mordisco. No he podido olvidarlo y, si alguna vez lo probáis, os prometo que vosotros tampoco lo olvidareis.